Abandonando los ídolos, ustedes se convirtieron al Dios vivo y verdadero

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Lunes de la XXI semana

Textos

De la primera carta del apóstol san Pablo a los tesalonicenses (1, 1-5. 8-10)

Pablo, Silvano y Timoteo deseamos la gracia y la paz a la comunidad cristiana de los tesalonicenses, congregada por Dios Padre y por Jesucristo, el Señor.

En todo momento damos gracias a Dios por ustedes y los tenemos presentes en nuestras oraciones. Ante Dios, nuestro Padre, recordamos sin cesar las obras que manifiestan la fe de ustedes, los trabajos fatigosos que ha emprendido su amor y la perseverancia que les da su esperanza en Jesucristo, nuestro Señor.

Nunca perdemos de vista, hermanos muy amados de Dios, que él es quien los ha elegido.

En efecto, nuestra predicación del Evangelio entre ustedes no se llevó a cabo sólo con palabras, sino también con la fuerza del Espíritu Santo, que produjo en ustedes abundantes frutos. Bien saben cómo hemos actuado entre ustedes para su propio bien. Su fe en Dios ha llegado a ser conocida, no sólo en Macedonia y Acaya, sino en todas partes; de tal manera, que nosotros ya no teníamos que decir nada. Porque ellos mismos cuentan de qué manera tan favorable nos acogieron ustedes y cómo, abandonando los ídolos, se convirtieron al Dios vivo y verdadero para servirlo, esperando que venga desde el cielo su Hijo, Jesús, a quien él resucitó de entre los muertos, y es quien nos libra del castigo venidero. Palabra de Dios.

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Mensaje[1]

La Primera Carta a los tesalonicenses es el texto escrito más antiguo del Nuevo Testamento. Se escribió hacia el año 53 y, por tanto, es uno de los primeros testimonios de la fe de la Iglesia. Desde el principio es una carta que da muestra de la comunión entre Pablo, Silvano y Timoteo. 

Los tres juntos se dirigen a la pequeña comunidad de Tesalónica como una ekklesía, es decir, la «reunión» de la comunidad convocada por Dios en aquella ciudad. Toda comunidad cristiana es una santa «reunión de Dios». Pablo da las gracias al Señor por aquella pequeña comunidad que vive con una fe firme, con un amor activo y con una esperanza constante.

El Señor mismo, a través de la predicación de sus discípulos, cambia el corazón de quiene escuchan, y los engendra a una nueva vida. El apóstol sabe que el servicio de la predicación requiere su participación personal porque solo así puede lograr que quienes lo escuchan reconozcan al Señor y lo sientan cerca.

Y por eso los tesaloniceses ha podido imitarle y acercarse a Cristo. La vida evangélica se difunde porque atrae, porque enseña una vida que es mejor que la vida que propone el mundo. La expansión del Evangelio no va asociada a técnicas pastorales o a sofisticados medios organizativos.

El Evangelio se difunde solo a través de la fuerza atractiva de una vida realmente evangélica. Pablo se alegra por su fe y describe el asombro que sienten todos cuando conocen su conversión: abandonan los ídolos de este mundo para servir solo al Señor.


[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. p. 312.

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