A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones…

Tiempo Ordinario

Miércoles de la XIV semana

En aquel tiempo, llamando Jesús a sus doce discípulos, les dio poder para expulsar a los espíritus impuros y curar toda clase de enfermedades y dolencias.

Estos son los nombres de los doce apóstoles: el primero de todos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago y su hermano Juan, hijos del Zebedeo; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo, el publicano; Santiago, hijo de Alfeo, y Tadeo; Simón, el cananeo, y Judas Iscariote, que fue el traidor.

A estos doce los envió Jesús con estas instrucciones: “No vayan a tierra de paganos, ni entren en ciudades de samaritanos.

Vayan más bien en busca de las ovejas perdidas de la casa de Israel. Vayan y proclamen por el camino que ya se acerca el Reino de los cielos”. Palabra del Señor.

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Los Doce son llamados y reciben la misión evangélica como fruto de la compasión por la muchedumbre, cansada y abatida. Jesús elige a doce, tantos como las tribus de Israel, como si quisiera indicar que nadie debe quedar excluido del anuncio del Evangelio. 

El evangelista nos dice el nombre de los doce apóstoles. Hay griegos junto a judíos; hombres provenientes del norte y otros del sur; simples pescadores junto a miembros del partido revolucionario de los zelotas -Simón el Cananeo-, seguidores del Bautista -Santiago y Juan- y publicanos -Mateo-. 

Es un grupo heterogéneo en el que el origen territorial y la militancia ideológica quedan en un segundo plano. Lo que importa es la adhesión a Jesús y la obediencia a su Palabra; estas dos dimensiones constituyen su nueva identidad. Todos, como pasa con Simón, reciben un nuevo nombre, es decir, una nueva misión y un nuevo poder. 

Desde aquel momento son testigos del Evangelio y reciben el poder de cambiar los corazones, de derrotar el mal, de socorrer a los débiles, de amar a los desesperados y de hacer realidad el reino de Dios. Es un poder real, una fuerza verdadera de cambio, que no viene del dinero, de las bolsas, de las túnicas: es el poder del amor sin límites que viene de las alturas y que Jesús es el primero en mostrar. 

Aquella primera misión evangélica es emblemática para todas las generaciones cristianas. También nuestra generación está llamada a encaminarse viviendo al pie de la letra esta página evangélica. En el Evangelio de Mateo el mandato se refiere solo «a las ovejas perdidas de la casa de Israel». Dicho límite responde a una tradición judeocristiana de los primeros años de la Iglesia. 

Históricamente la misión de Jesús y de los apóstoles empezó por Israel. Podemos afirmar que esta indicación del Evangelio de Mateo, desde el punto de vista histórico, ha quedado felizmente superada por la misión global y sin límites de la Iglesia, que sin duda corresponde exactamente a la voluntad de salvación universal expresada por la vida de Cristo y de las primeras comunidades cristianas.


[1] V. Paglia – Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día, 2018, 276-277.

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