Se subió a un árbol para verlo cuando pasara por ahí

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Tiempo Ordinario

Martes de la XXXIII semana

Textos

† Del evangelio según san Lucas (19, 1-10)

En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó, y al ir atravesando la ciudad, sucedió que un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de conocer a Jesús, pero la gente se lo impedía, porque Zaqueo era de baja estatura. Entonces corrió y se subió a un árbol para verlo cuando pasara por ahí. Al llegar a ese lugar, Jesús levantó los ojos y le dijo: “Zaqueo, bájate pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa”.

El bajó enseguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, comenzaron todos a murmurar diciendo: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”.

Zaqueo, poniéndose de pie, dijo a Jesús: “Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y si he defraudado a alguien, le restituiré cuatro veces más”. Jesús le dijo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también él es hijo de Abraham, y el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido”. Palabra del Señor.

Fondo musical: P. Martín Alejandro Arceo Alvarez

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Mensaje[1]

Zaqueo, al que el entusiasmo de la multitud le había despertado la curiosidad, también quiere ver a Jesús. Pero, como era bajito, la muchedumbre no le dejaba verlo. Quizás no se hablaba solo de la estatura fisica. La muchedumbre, o mejor dicho, el clima confuso de la ciudad, no deja ver a Jesús. Y Zaqueo no está por encima de aquella muchedumbre, igual que nadie de nosotros está por encima o protegido de la mentalidad de la mayoría. 

Todos estamos demasiado preocupados por nosotros mismos, por nuestras cosas, como para poder ver a Jesús pasar. Tampoco basta ponerse de puntillas y quedarse donde uno está. Zaqueo tuvo que correr, salir de la muchedumbre y subir a un árbol. Y la muchedumbre no es solo la que está fuera de nosotros; muchas veces nuestro corazón está atestado de pensamientos y preocupaciones que nos mantienen sometidos y esclavos de nuestro yo. 

Sí, hay una muchedumbre en nuestro corazón y tenemos que salir de ella. Cuando Jesús pasó, miró arriba y vio a Zaqueo. Le dijo: «Zaqueo, bájate pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa». Él «bajó enseguida y lo recibió muy contento». El Evangelio tiene prisa; prisa para que el mundo cambie; prisa para que cada uno de nosotros viva mejor; prisa para que la felicidad llegue a más gente; prisa para que los necesitados reciban ayuda. Y si alguien dice: «Cambiar cuesta», o: «Es imposible cambiar la vida a nuestro alrededor», Zaqueo nos da un ejemplo. Tras encontrarse con Jesús, cambia de actitud y dice: «Voy a dar la mitad de mis bienes a los pobres». 

Es una decisión muy realista; no dice «lo doy todo», sino «doy la mitad de mis bienes»; o sea, pone una medida y la respeta. Podríamos decir que indica el camino del realismo cuando valora su situación y decide empezar desde allí para cambiarla. También nosotros, gente corriente, podemos encontrar nuestra medida concreta, perseverar en ella y desde allí iniciar nuestro proceso de conversión. De ese modo puede entrar la salvación en nuestra vida. 


[1] V. Paglia – Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día, 2019, 355-356.

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