Jueves de la I semana
Textos
Primera Lectura
Del libro del profeta Isaías (26, 1-6)
Aquel día se cantará este canto en el país de Judá: “Tenemos una ciudad fuerte; ha puesto el Señor, para salvarla, murallas y baluartes. Abran las puertas para que entre el pueblo justo, el que se mantiene fiel, el de ánimo firme para conservar la paz, porque en ti confió.
Confíen siempre en el Señor, porque el Señor es nuestra fortaleza para siempre; porque él doblegó a los que habitaban en la altura; a la ciudad excelsa la humilló, la humilló hasta el suelo, la arrojó hasta el polvo donde la pisan los pies, los pies de los humildes, los pasos de los pobres”. Palabra de Dios.
Mensaje[1]
En estos primeros días del adviento, caminando de la mano de Isaías, hemos recorrido un itinerario que nos ha llevado al pueblo mesiánico, a la persona del Mesías y a los signos del Mesías en medio de su pueblo. Ahora, los siguientes tres días haremos otro itinerario en el que se enfatizan las actitudes que hemos de tomar ante la venida del Señor.
Hoy tenemos pues la primera de tres lecciones de adviento que quiere inculcar en nosotros actitudes que debemos adoptar ante la venida del Señor a nuestras vidas; estas actitudes se relacionan con la fe y nos exigen compromisos concretos. Sólo así podremos vivir el adviento como espera activa de Dios salvador que viene a nuestro encuentro.
Esta primera lección, la recibimos de Isaías, mediante un cántico que tiene una interesante dinámica interna: aprender el cántico; las manos misericordiosas de Dios, los pies del peregrino, dos proyectos en conflicto, las características de la ciudad de Dios y la clave de todo: la confianza en Dios.
Aprender el cántico.
Cuando tenemos un proyecto el problema no es realizarlo sino lograr que lo que se ha conseguido permanezca, que no se venga abajo. Con ese propósito, el profeta Isaías, después del cántico de victoria enseña un segundo cántico al pueblo para que aprenda que lo que se relaciona con Dios, con la espiritualidad, no es algo que permanece en la dimensión emocional de la existencia, sino que es lo que da solidez a la vida.
El cántico de victoria celebraba la obra salvífica de Dios y expresaba la felicidad porque todo salió bien; el segundo cántico quiere inculcar en el pueblo el compromiso que le corresponde; por eso, había que aprenderlo de memoria y practicarlo todos los días en la vida de fe.
Las manos misericordiosas de Dios y los pies del peregrino
La descripción de la ciudad y la invitación a abrir sus puertas indica que se trata de un cántico propio de caminantes que llegan a su ciudad.
La inspiración del profeta son los peregrinos, o los exiliados, que desplazados de sus tierras, casas y despojados de sus bienes básicos, regresan contentos a su pueblo. El regreso no ha sido fácil, para lograrlo han tenido que enfrentar situaciones adversas.
El primer coro es el del cántico de victoria, lo leímos ayer. Recordemos que concluía diciendo: «alegrémonos y gocemos con la salvación que nos trae, porque la mano del Señor reposará en este monte». La escena tiene un efecto descendente, de la mano de Dios pasa ala tierra que recorren los pies descalzos de los peregrinos, hombres y mujeres pobres, que participan de la victoria obrada por Dios. Más que el recorrido se insiste en la acción de Dios que derroca, hace caer, abaja y que se conjuga con la acción del hombre que con pies pobres recorre el camino. En la medida en que caminan, con sus pasos firmes, los humildes van afirmando la victoria. ¿Contra quien es el conflicto?
Dos proyectos en conflicto
El solista del canto es quien hace la descripción, para ello expone ante todo el trasfondo espiritual de la escena comparando dos ciudades: la ciudad santa y la ciudad rebelde.
El cantor invierte el orden: primero exalta la ciudad de Dios y luego describe el fracaso de la ciudad pérfida. La primera permanece firme, la segunda se viene abajo. En ambas ciudades se destaca la muralla, que en la antigüedad daba identidad a la ciudad, por dentro y por fuera, ya que garantizaba la unidad y la defensa de esta. La muralla es el símbolo del proyecto de sociedad que se quiere construir.
Características de la ciudad de Dios.
La ciudad de Dios no es un conjunto de casas; se presenta más bien como una construcción unificada, ideada por un único arquitecto que ha pensado en sus aspectos más importantes: «ha puesto el Señor, para salvarla, murallas y baluartes». La muralla es imagen metafórica del mismo Dios como salvador de su pueblo. En el cántico, la construcción fuerte se vuelve lo de menos, lo que sobresale es la comunidad reunida por Dios, que se identifica con Él y con su proyecto.
El cántico sigue. Los peregrinos, numerosos, llegan a las puertas del Templo que es el corazón de la ciudad; la procesión hace su ingreso, el pueblo declara sus compromisos: es un pueblo justo, que se mantiene firme en el cumplimiento de la voluntad de Dios, es un pueblo de ánimo firme, es decir, que tiene fuerza de voluntad para sostener su fidelidad, es un pueblo que conserva la paz, es decir, que al mismo tiempo que practica la justicia se esfuerza por mantenerse en armonía de relaciones. Así, queda también de relieve el esfuerzo que realiza el hombre, pero que da claro que no se trata de algo que proviene de sus propias fuerzas, sino que está basado en la confianza en Dios.
La clave de todo es la confianza en Dios.
La confianza en Dios es lo mas importante, es una manera de expresar la experiencia de fe; es la garantía de las tres cualidades del pueblo que se han mencionado, posibles «porque en ti confió».
Este pueblo, humilde pero recto, redescubre su proyecto en la historia a la luz de la fe. La comunidad de los humildes no está sola, si fundamento es el mismo Dios, quien es “roca” fuerte e inamovible, no cambia de idea de un día para otro porque siempre es fiel. La firmeza del proyecto de justicia y de fraternidad proviene de la solidez de Dios. No hay apoyo más seguro.
La actitud básica es clara: a esta ciudad, a esta comunidad, que realiza el sueño de Dios para su pueblo, sólo se pertenece por la práctica fiel de sus enseñanzas y la confianza total en Él. Sólo los que están dispuestos a vivir en su justicia pueden atravesar el umbral de sus puertas.
La profecía se realiza en Jesús
La parábola que contrapone la casa construida sobre la roca con la casa construida sobre la arena, que se lee en el evangelio de este día, traslada a la persona de Jesús Mesías, la profecía de Isaías.
No basta la oración vocal, es necesario el compromiso de vivir según el querer de Dios, es decir, es necesaria la fidelidad.
En el seguimiento del Maestro, en la escucha y puesta en práctica de sus enseñanzas, se forma la nueva y definitiva comunidad, el pueblo justo que inaugura un mundo nuevo. La Palabra del Señor es la verdadera Roca que siempre se sostendrá.
[1] Oñoro F., Actitudes ante la venida del Señor: Construir nuestro proyecto con base en el de Dios. CEBIPAL/CELAM.