Fue a buscar higos y no los encontró

Tiempo Ordinario

Sábado de la XXIX semana

Textos

En aquel tiempo, algunos hombres fueron a ver a Jesús y le contaron que Pilato había mandado matar a unos galileos, mientras estaban ofreciendo sus sacrificios. Jesús les hizo este comentario: “¿Piensan ustedes que aquellos galileos, porque les sucedió esto, eran más pecadores que todos los demás galileos? Ciertamente que no; y si ustedes no se convierten, perecerán de manera semejante. Y aquellos dieciocho que murieron aplastados por la torre de Siloé, ¿piensan acaso que eran más culpables que todos los demás habitantes de Jerusalén? Ciertamente que no; y si ustedes no se arrepienten, perecerán de manera semejante”.

Entonces les dijo esta parábola: “Un hombre tenía una higuera plantada en su viñedo; fue a buscar higos y no los encontró. Dijo entonces al viñador: ‘Mira, durante tres años seguidos he venido a buscar higos en esta higuera y no los he encontrado. Córtala.

¿Para qué ocupa la tierra inútilmente?’ El viñador le contestó: ‘Señor, déjala todavía este año; voy a aflojar la tierra alrededor y a echarle abono, para ver si da fruto. Si no, el año que viene la cortaré’ ”. Palabra del Señor.

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Jesús acaba de hablar con la gente y alguien le habla de una matanza ordenada por Pilato contra algunos galileos que tal vez habían promovido una insurrección. Este episodio le proporciona la oportunidad de decir que el mal o las desgracias que nos pasan no son consecuencia directa de nuestras culpas. Jesús afirma que sería erróneo pensar que aquellos galileos asesinados en aquella matanza eran más culpables que los que se salvaron. 

Y para explicar este pensamiento suyo, añade otro episodio que se parece más a un desastre natural: los muertos por la caída de la torre de Siloé. No es Dios, quien envía el mal o quien permite los desastres y las masacres, aunque pudiera ser por motivos pedagógicos. El Padre que Jesús vino a revelamos no actúa así. Al contrario, el Padre que está en el cielo debe luchar contra el mal desde el inicio, desde que la horrible violencia del príncipe del mal aparece en la historia de los hombres. 

El Señor pide a todos los hombres, y a los discípulos del Evangelio en particular, que participen en esta dura batalla contra la maldad y contra el príncipe del mal que no deja de empujar la creación hacia su destrucción. De ahí el llamamiento a la conversión, es decir, a adherirse al Evangelio con todo el corazón y con todas las fuerzas, para estar junto a Jesús, que vino al mundo para derrotar el mal y llevar la liberación y la salvación a todos, también a la misma creación. 

La pequeña parábola que añade Jesús, demuestra el valor de la intercesión. Muchas veces nos encontramos con situaciones que parecen difíciles de cambiar o que a pesar de todos nuestros esfuerzos siguen más o menos igual. Se parecen a aquella higuera de la que habla el Evangelio y que no da fruto. El propietario de la higuera, durante tres años, intenta recoger sus frutos, pero nunca los encuentra. Al final termina la paciencia y le pide al viñador que la corte para que no ocupe terreno inútilmente. El viñador, que estando junto a aquel árbol ha aprendido también a amarlo, ruega al señor que le deje cavar el terreno y echar abono; está seguro de que la higuera dará fruto. 

Jesús nos exhorta a tener paciencia, es decir, a permanecer junto a aquella higuera, a rodearla de premura para que, en su debido momento, dé fruto. Tenemos que aprender de Dios a tener su paciencia que sabe tener esperanza en todos, que no apaga la mecha humeante, que acompaña y cura a quien es débil para que recupere fuerzas y también él pueda dar amor.


[1] V. Paglia – Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día, 2018, 395-396.

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