Piden una señal…

Tiempo Ordinario

Lunes de la XXVIII semana

Textos

En aquel tiempo, la multitud se apiñaba alrededor de Jesús y éste comenzó a decirles: “La gente de este tiempo es una gente perversa.

Pide una señal, pero no se le dará otra señal que la de Jonás. Pues así como Jonás fue una señal para los habitantes de Nínive, lo mismo será el Hijo del hombre para la gente de este tiempo.

Cuando sean juzgados los hombres de este tiempo, la reina del sur se levantará el día del juicio para condenarlos, porque ella vino desde los últimos rincones de la tierra para escuchar la sabiduría de Salomón, y aquí hay uno que es más que Salomón.

Cuando sea juzgada la gente de este tiempo, los hombres de Nínive se levantarán el día del juicio para condenarla, porque ellos se convirtieron con la predicación de Jonás, y aquí hay uno que es más que Jonás”. Palabra del Señor.

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En el evangelio de hoy, quienes pretenden que Jesús haga un signo especial, con la garantía del cielo, como confirmación de su misión mesiánica son llamados “generación malvada”, porque con esa afrenta declaran abiertamente su incredulidad.

La respuesta de Jesús es: «no se dará otra señal que la señal de Jonás». Con ésta frase Jesús está queriendo decir que en su regreso para el juicio final, él aparecerá en su calidad de resucitado de la muerte, así como el profeta Jonás –después de ser expulsado del vientre de la ballena- a los ninivitas; pero entonces será demasiado tarde.

Es así como la predicación de Jesús supera notablemente la de Jonás. Con todo, entre los dos permanece en común el hecho de que no hay otra vía para comprender la grandeza de Jesús sino el poder de su Palabra: ésta permanece como el signo esencial.

Para mostrar la grandeza de su Palabra, Jesús alude, además de la historia de la eficacia de la predicación de Jonás a los ninivitas, a la antigua historia de la reina de Saba y su largo viaje para conocer personalmente al rey Salomón. Este rey fue considerado el gran sabio de Israel, sin embargo quien más lo valoró como tal fue una extranjera, la reina de Saba. Salomón era tan grande como sabio que su fama a nivel internacional atrajo a esta peregrina.

El episodio de Jonás en Nínive. Este profeta, el profeta rebelde, evangelizó la ciudad pagana de Nínive y, contra sus pronósticos, se encontró con que la ciudad pagana le creyó inmediatamente y dio pruebas de conversión. El mismo Jonás se queda sorprendido no sólo con la gente sino con la magnificencia de Dios que quiere salvar y extender su misericordia a los paganos.

Con estas comparaciones Jesús interpela a su auditorio para que, reconozca su grandeza. Junto a Salomón la sabiduría de Jesús no tiene comparación y junto a Jonás, Jesús es un profeta como nunca antes se había visto. En consecuencia, deben escuchar con atención su Palabra.  Si la reina del sur, aún sin ser hebrea, tuvo la voluntad de ponerse a la “escucha” de Salomón, cuánto más habrá que hacerlo con Jesús.  

Deben además permitir que la escucha de la Palabra los lleve a la conversión Si el pueblo ninivita no tuvo reparo en escuchar a Jonás y, sobre todo le hizo caso, llegando a convertirse, cuánto más habrá que tomar en serio la palabra de Jesús y convertirse.

Entonces tres pasos son claros en la experiencia de la Palabra que el Señor propone: 1. Reconocer la grandeza de Jesús. 2. Escucharlo. 3. Convertirse.

Con estos dos casos concretos, Jesús anuncia un juicio: «La reina del sur se levantará en juicio con los hombres de esta generación… los ninivitas se levantarán en juicio con esta generación y la condenarán» En este contexto se entiende la respuesta de Jesús a aquellos que lo desafían pidiéndole una señal: cuando Jesús aparezca en el Juicio final como el Hijo del hombre, entonces esta generación incrédula tendrá que reconocer su error por no haber escuchado a Jesús, un predicador incomparablemente superior a Jonás.  Entonces, será muy tarde.

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