Si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá

Tiempo Ordinario

Jueves de la XXVI semana

En aquel tiempo, designó el Señor a otros setenta y dos discípulos y los mandó por delante, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares a donde pensaba ir, y les dijo: “La cosecha es mucha y los trabajadores pocos. Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos. Pónganse en camino; los envío como corderos en medio de lobos. No lleven ni dinero, ni morral, ni sandalias y no se detengan a saludar a nadie por el camino. Cuando entren en una casa, digan: ‘Que la paz reine en esta casa’.

Y si allí hay gente amante de la paz, el deseo de paz de ustedes se cumplirá; si no, no se cumplirá. Quédense en esa casa. Coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario. No anden de casa en casa. En cualquier ciudad donde entren y los reciban, coman lo que les den. Curen a los enfermos que haya y díganles: ‘Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios’.

Pero si entran en una ciudad y no los reciben, salgan por las calles y digan: ‘Hasta el polvo de esta ciudad que se nos ha pegado a los pies nos lo sacudimos, en señal de protesta contra ustedes. De todos modos, sepan que el Reino de Dios está cerca’.

Yo les digo que en el día del juicio, Sodoma será tratada con menos rigor que esa ciudad”. Palabra del Señor.

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El texto que leemos hoy, nos coloca precisamente ante el perfil de una persona que es servidora de la Palabra. No hemos sido llamados solamente para “oír” la Palabra sino también para “anunciarla” a todos nuestros hermanos.

Con el mes de octubre inicia el mes dedicado a las misiones. El gran ideal de la Iglesia es que cada bautizado sea un misionero y que todos seamos discípulos en salida misionera.

El texto que leemos nos presente en una hermosa síntesis lo que es la conciencia misionera, las exigencias, el mensaje, las precauciones, las estrategias y las recomendaciones que todo misionero debe tener en cuenta. 

Se puede ser misionero en distintos ámbitos, comenzando por la propia familia y el propio ambiente y de allí en círculos concéntricos hasta la misión ad gentes que lleva a dar testimonio de Cristo donde no se le conoce.

Veamos esquemáticamente, a la luz de la Palabra que se proclama hoy, los rasgos de un misionero: 

Primero. El misionero reconoce que no se manda a sí mismo, es Jesús quien escoge y envía. «Designó el Señor… y los mandó».

Segundo.  El misionero sabe que la misión es tarea de todos los discípulos de Jesús, todos son llamados a ser portadores de la Palabra, eso sí, en comunión con los Doce: «…A otros setenta y dos…».

Tercero. El misionero tiene conciencia eclesial, no anda por cuenta propia sino en equipo: «De dos en dos…».

Cuarto. El misionero es ante todo un orante: en la oración capta la urgencia de la misión y la recibe de Dios: «Rueguen, por tanto, al dueño de la mies que envíe trabajadores a sus campos».

Quinto: El misionero es conciente del riesgo de su tarea: anuncian la Palabra en una sociedad llena de conflictos, la persecución será una constante. «los envío como corderos en medio de lobos».

Sexto. El misionero se hace uno con los pobres, la suya es una opción consciente de despojo personal para que lo que brille en él sea la eficacia del mismo Dios; además, no se apega a nada ni a nadie, porque la misión es urgente y no admite distracciones. «No lleven ni dinero, ni morral, ni sandalias y no se detengan a saludar a nadie por el camino

Séptimo. El misionero es una persona de paz, con su manera de ser inauguran un nuevo tipo de relaciones entre las personas donde quiera que entra. «Cuando entren en una casa, digan: ‘Que la paz reine en esta casa’.»

Octavo. El misionero no está afanado por la ganancia o la acumulación de bienes, pero igualmente “merece su salario”. «Quédense en esa casa. Coman y beban de lo que tengan, porque el trabajador tiene derecho a su salario».

Noveno. El misionero va prioritariamente donde los marginados y las personas que sufren para que en medio de ellas acontezca el Reino de Dios. «Curen a los enfermos que haya y díganles: ‘Ya se acerca a ustedes el Reino de Dios’».

Décimo: El misionero no hace alianzas con la sociedad que rechaza el proyecto de Dios, sino que proféticamente muestra su indignación y su toma de distancia de las actitudes que son contrarias al querer de Dios; le deja le corresponderá a Dios: «Digan: ‘Hasta el polvo de esta ciudad que se nos ha pegado a los pies nos lo sacudimos… sepan que el Reino de Dios está cerca’».

Oremos por las misiones y descubrámonos como bautizados, enviados a la misión.

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