Tiempo Ordinario
Jueves de la XXV semana
Textos
† Del evangelio según san Lucas (9, 7-9)
En aquel tiempo, el rey Herodes se enteró de todos los prodigios que Jesús hacía y no sabía a qué atenerse, porque unos decían que Juan había resucitado; otros, que había regresado Elías, y otros, que había vuelto a la vida uno de los antiguos profetas.
Pero Herodes decía: “A Juan yo lo mandé decapitar.
¿Quién será, pues, éste del que oigo semejantes cosas?” Y tenía curiosidad de ver a Jesús. Palabra del Señor.
Mensaje
La misión realizada por los discípulos suscita interés por conocer a fondo la identidad de Jesús. El evangelio de hoy narra cómo hasta el tetrarca Herodes estaba interesado en conocer a Jesús.
Nuestro breve relato hoy nos presenta un proceso que va del “oír” al “ver”. El tetrarca Herodes “oyó” el anuncio de los hechos de Jesús anunciado por los discípulos; entonces, buscaba “ver” a Jesús y se preguntaba: «¿Quién será, pues, éste del que oigo semejantes cosas?»
Con los verbos se han descrito dos pasos del proceso que conduce a la fe. Sin embargo, se hace notar que el interés de Herodes por Jesús responde más que todo a un impulso de curiosidad. Con todo, su pregunta “¿Quién es éste?” es el preludio del interrogatorio que Jesús mismo está a punto de hacerles a sus discípulos y que llevará a Pedro a hacer su confesión de fe.
La pregunta que plantea Herodes es provocada por la narración de todo lo que Jesús ha realizado hasta ese momento y de lo cual el mismo evangelio ha dado testimonio. Lucas nos enseña así que el camino de la confesión de fe sólo es posible a partir de la audición y el discernimiento de las obras de Jesús; sólo así se conseguirá captar a fondo su identidad. La pregunta que plantea Herodes es una invitación para contemplar la escena que sigue: la multiplicación de los panes y de los peces. En ese relato se revelará con mayor claridad la identidad mesiánica del Maestro.
Herodes intenta reflexionar y encuadra la identidad de la persona de Jesús planteando tres hipótesis, que son falsas, pero que hacen evidentes las primera rutas que se recorrieron para profundizar el misterio de Cristo.
En primer lugar, Jesús NO ES Juan Bautista. El mismo san Lucas estableció en los primeros capítulos del evangelio un paralelismo que permitió delinear con nitidez lo propio de de Juan y lo propio de Jesús, destacando la diferente identidad y misión de ambos y su punto de encuentro.
Parece que Herodes no sabe que cuando Jesús comenzó su misión, el Bautista todavía estaba vivo, de ahí que Jesús no puede ser el mismo Juan Bautista resucitado. Tampoco sabe que Jesús no es el único en hacer obras de poder, ya que en la anunciación del nacimiento de Juan Bautista se había predicho que él caminaría ante Dios “con el espíritu y el poder de Elías”. Sin embargo las obras de Jesús no tienen comparación, por lo extraordinarias que son, con relación a las de Juan.
En segundo lugar, Jesús NO ES el profeta Elías NI uno de los antiguos profetas. En aquella época se creía que el profeta Elías, quien había sido arrebatado de este mundo al cielo, debía volver antes del Día Final. Esta es la base de la hipótesis citada, según la cual “Elías se había aparecido”.
La gente también recordaba que Moisés había predicho que en el futuro vendría un profeta como él (Cf. Dt 18,15.18), el cual sería el Mesías. Por eso la otra hipótesis según la cual Jesús seria “uno de los antiguos profetas” que habría “resucitado”. Pero hay que tener en cuenta que el Mesías no sería “uno de los antiguos profetas”, sino “el” profeta por excelencia.
Estas dos hipótesis mencionadas, si bien no alcanzan a describir la identidad de Jesús, de todas formas nos colocan en la dirección correcta. Como se verá más adelante en el relato de la transfiguración tanto Elías como Moisés rodearán a Jesús e iluminarán, con sus respectivos ministerios proféticos, el misterio del Señor.
En tercer lugar, queda la pregunta: «¿Quién es éste?» Herodes no consigue llegar a una conclusión y decide verificar por sí mismo, por eso “buscaba ver” personalmente a Jesús.
En el momento de la pasión de Jesús se le concederá verlo; entonces revelará que su inquietud era sólo curiosidad, su actitud será de burla y desprecio. En ese momento se dice que “esperaba presenciar alguna señal que él hiciera”, pero Jesús no le dio gusto; si se quiere comprender al Maestro, el único camino es el de la contemplación de la Cruz.
Lo de Herodes sólo era curiosidad. Para encontrar al Señor hay que «salir» del laberinto del propio ego. El encuentro con Jesús es personal, directo y sencillo. Herodes no lo entendió, no quería cambiar, estaba atrapado en si mismo.