Tiempo Ordinario
Miércoles de la XXV semana
Textos
† Del evangelio según san Lucas (9, 1-6)
En aquel tiempo, Jesús reunió a los Doce y les dio poder y autoridad para expulsar toda clase de demonios y para curar enfermedades. Luego los envió a predicar el Reino de Dios y a curar a los enfermos.
Y les dijo: “No lleven nada para el camino: ni bastón, ni morral, ni comida, ni dinero, ni dos túnicas. Quédense en la casa donde se alojen, hasta que se vayan de aquel sitio. Y si en algún pueblo no los reciben, salgan de ahí y sacúdanse el polvo de los pies en señal de acusación”.
Ellos se pusieron en camino y fueron de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio y curando en todas partes. Palabra del Señor.
Mensaje
En el evangelio de hoy, después del encuentro con su madre, vemos a Jesús que sigue con su misión.
El evangelio pasa entonces del discurso a las obras de Jesús. Allí los discípulos siguen contemplando las acciones salvíficas del Maestro y aprendiendo que en sus obras hay también una enseñanza que aprender. Jesús calma una tempestad; cura al endemoniado de Gerasa; cura a la hemorroísa; resucita a la hija de Jairo.
En toda esta revelación progresiva, a través de cuatro milagros, quienes habían sido escogidos por Jesús pudieron apreciar quiénes eran los destinatarios de la Buena Nueva del Reino, los contenidos y la finalidad de la misión del Maestro. Y ahora les toca el turno a los apóstoles, porque para eso fueron llamados.
Para Lucas la misión de los discípulos es una extensión de la misión de Jesús. Veámoslo de cerca siguiendo el orden del relato de envío:
En primer lugar: la fórmula de envío. Esta primera parte concentra las palabras más densas de Jesús con relación a la misión: Los Doce son convocados solemnemente por Jesús; es como si los volviera a llamar. Jesús les da investidura para que ejerzan la misión con autoridad. Los especialistas dicen que el texto griego deja entender que les comunica la misma fuerza que lo ha acompañado en el combate contra el demonio y el mismo poder con que ha hecho curaciones. La misión apunta a la victoria sobre el mal -los demonios- y a la recuperación del hombre -superación de las enfermedades-. La obra de los apóstoles va más allá de los exorcismos y de los milagros en sí mismos, sus acciones son signo de lo que se proclama de viva voz: ¡Ha llegado el Reino de Dios!
En segundo lugar: las instrucciones sobre el comportamiento durante la misión. Jesús los ha dotado de autoridad y poder, los apóstoles por su parte deben renunciar a sus seguridades habituales. Por eso Jesús los instruye para que «No lleven nada para el camino». Los apóstoles: viajan como personas que van de prisa, que deben cubrir una gran distancia en un tiempo reducido; confían plenamente en la providencia de Dios; dejan todo para recibirlo todo de Dios. Su renuncia es signo de su fe en que Dios Padre, origen de la misión suplirá sus necesidades; están siempre y completamente disponibles para el trabajo evangélico.
Igualmente deben saber vivir la acogida y el rechazo; saben recibir lo que les ofrezcan en la misión y no intentan buscar un mejor alojamiento en otra parte; saben vivir el fracaso en la tarea apostólica con la acción simbólica de sacudir el polvo de los pies, eximiéndose así de toda responsabilidad en la condenación de quien ha rechazado voluntariamente a Jesús y como testimonio de acusación para el día del juicio.
En tercer lugar: una breve descripción de la misión. Lucas nos informa que los Doce hicieron al pie de la letra aquello para lo cual fueron enviados: «Ellos se pusieron en camino y fueron de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio y curando en todas partes». Es así como testimonian el mensaje, con las mismas obras de Jesús.