Tiempo Ordinario
Domingo de la XVI semana
Textos
† Del santo Evangelio según san Marcos (6, 30-34)
En aquel tiempo, los apóstoles volvieron a reunirse con Jesús y le contaron todo lo que habían hecho y enseñado. Entonces él les dijo: “Vengan conmigo a un lugar solitario, para que descansen un poco”.
Porque eran tantos los que iban y venían, que no les dejaban tiempo ni para comer.
Jesús y sus apóstoles se dirigieron en una barca hacia un lugar apartado y tranquilo. La gente los vio irse y los reconoció; entonces de todos los poblados fueron corriendo por tierra a aquel sitio y se les adelantaron.
Cuando Jesús desembarcó, vio una numerosa multitud que lo estaba esperando y se compadeció de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y se puso a enseñarles muchas cosas. Palabra del Señor.
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Mensaje[1]
Como ovejas sin pastor
Quizá es ya por la tarde cuando los apóstoles vuelven con Jesús después de la misión y le cuentan lo que han hecho (las curaciones) y lo que han enseñado a la gente que encontraban (la cercanía del reino del amor). Es una hermosa imagen que ilustra la familiaridad de los apóstoles con Jesús, y la alegría de poder contarle al Maestro todo lo que les había sucedido. La misión es fuente de alegría: cuando se acepta salir de uno mismo e ir hacia las periferias del mundo -como diría el papa Francisco – para comunicar la palabra y la misericordia de Jesús, se experimenta una gran alegría y una hermosa paz interior. Sin embargo, esta alegría debe consolidarse.
La fuerza de la palabra de Jesús, que cambia, que cura y salva del mal, necesita momentos vividos en compañía de Jesús; de otro modo corre el riesgo de quedarse en un entusiasmo pasajero. Nos exaltamos, y después nos deprimimos o nos desanimamos. Por esto Jesús no se contenta con que las cosas hayan ido bien, y dice a los discípulos: «Vengan también ustedes aparte, a un lugar solitario, para descansar un poco». Ese reposo es el reposo de la escucha y de la oración: «Vegan también ustedes aparte» es la invitación cotidiana de Jesús a estar con él. Estar con Jesús es la primera tarea de quien es llamado a ser su discípulo.
Toda iniciativa, aunque sea admirable, si no tiene su fundamento en la escucha y la oración no llevará consigo la fuerza que viene del estar con Jesús. Por ello es necesario preguntamos cuánto tiempo de nuestras jornadas pasamos con el Señor, rezando, en la meditación de la Palabra de Dios ante la Eucaristía o en la oración común. La Iglesia nos ofrece muchos modos de «estar con Jesús», y no debemos decir que nos falta tiempo, porque para nosotros y para nuestras cosas siempre encontramos tiempo. Sólo aquellos que están con Jesús tendrán el pan necesario para dar de comer a la multitud de necesitados de nuestro mundo; de otro modo permanecerán impotentes y sin respuestas.
[1] V. Paglia, La Palabra de Dios de cada día. 2018. p. 85-86