Estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente

Tiempo Ordinario

Domingo de la XIV semana

En aquel tiempo, fue Jesús a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: “¿Dónde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas?” Y estaban desconcertados.

Pero Jesús les dijo: “Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa”. Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos.

Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos. Palabra del Señor. 

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Este Domingo tenemos delante nuestro una escena de fracaso misionero de Jesús. Mientras los lejanos creen en él, los más cercanos no. Los discípulos son testigos de este fracaso. Tienen que ir definiendo quién es Jesús para ellos, que intentan seguirlo y servirlo. La lección es para quienes pretendemos seguir a Jesús. ¿Qué hacer cuando por ser fieles al evangelio nos desconocen los amistades de toda la vida?

El evangelio inicia ofreciéndonos el contexto de la escena. Se describen el día, los personajes y la circunstancia. La escena se realiza en Nazaret, en la sinagoga; en día de sábado, los personajes son Jesús y sus discípulos y los participantes en el culto de la sinagoga.

Jesús tomó la iniciativa de ir a evangelizar a quienes lo conocen desde niño. Se dirige a la sinagoga, el lugar en el que durante tantos años había escuchado la Escirtura y había rezado en la asamblea de oración. 

No es la gente que va a buscarlo, para escucharlo y pedirle ayuda. Es Jesús quien los busca, quiere hablar con la gente de su pueblo. Después de un período de gran actividad de enseñanza y milagros, Jesús vuelve a su patria, acompañado de sus discípulos; llega a su patria chica como maestro, con seguidores y enseña en la sinagoga. 

Después de esta experiencia de fracaso, no lo volveremos a ver en el evangelio de Marcos enseñando en una sinagoga; la experiencia negativa que tuvo en Nazaret le hizo cambiar su estrategia misionera.

Los asistentes a la sinagoga se maravillaron al oir a Jesus, sin embargo a diferencia de lo que había sucedido en Cafarnaúm en donde la gente reconoció la novedad y la autoridad de su enseñanza, en Nazaret, sus paisanos no son capaces de reconocer en Él a alguien más a que al carpintero, al que conocen de toda la vida y se escandalizan de Ël.

Jesús no fue recibido con aprecio. El modo de referirse a él es despectivo. En otros lugares la palabra y los hechos de Jesús llevaban a confesiones de fe, en Nazaret sólo hay cuestionamientos.

Los primeros cuestionamientos tienen que ver con la enseñanza de Jesús y con sus obras: de dónde provienen; qué tipo de enseñanza y milagros son los que realiza. Lo que preocupa a los paisanos de Jesús es de donde provienen sus conocimientos y su poder; ¿se trata de un enviado de Dios? ¿lo que hace Jesús es obra humana? ¿es obra inspirada por el diablo?

Siguen dos cuestionamientos retóricos dirigidos a su persona: es carpintero, su madre y sus familiares son conocidos. Con sus preguntas dejan saber todo lo que conocen de Jesús, por eso no pueden responder a los cuestionamientos sobre su enseñanza y sus milagros, porque no consigan captar en él la realización de una misión divina.

La cerrazón de los paisanos ante Jesús la sintetiza el evangelista con la frase: «y estaban desconcertados» Con esta expresión Marcos señala que quienes estaban en la sinagoga y presenciaban aquella escena se negaban a creer en sus enseñanzas y en sus obras de poder, en una palabra, no lo reconocen como enviado de Dios.

Jesús no se amedentra por la reacción de la gente. Reivindica que es un enviado de Dios. Se autodenomina profeta y con una cita de la Escritura confirma lo que sostiene.

El dicho citado: «todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa», hace referencia al hecho de quienes son más cercanos, humanamente hablando, los paisanos y la parentela, son quienes menos se interesan por el valor de una persona. Es lo que ocurre con Jesús, justo después de que se han relatado escenas destacando la autoridad de su enseñanza y milagros portentosos. 

Los habitantes de Nazaret y los parientes y conocidos de Jesús deberían estar orgullososo por lo que se decía de una persona de su tierra, cuya fama se extendía por toda la región; sin embargo, no sucede así, no hay aplausos, ni reconocimiento; creen conocerlo de sobra y con esta pretensión justifican su rechazo. Jesús se coloca asi en la lista de profetas rechazados por los de su mismo pueblo, como Jeremías.

En ese contexto, Jesús no puede realizar su misión. Él mismo se sorprende de la actitud de los suyos: «estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente». El rechazo no lo paralizó: «sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos.» Jesús no obliga a creer a quien no quiere creer y el rechazo no le hace cerrar su corazón a quien desea acoger el don de Dios que Él ofrece, por ello siguió siendo una esperanza para los enfermos y necesitados. Incluso en lo lugares donde Jesús es duramente rechazado, Jesús no deja de ofrecer lo que tiene para dar.

El rechazo de Nazaret presenta a Jesús la ocasión para cambiar su estrategia; proyecta su misión a los pueblos vecinos.  El fracaso en su propia tierra es un punto de inflexión: de ahora en adelante desplegará la misión incluyendo a sus seguidores, que además de discípulos serán sus apóstoles.

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