Tiempo Ordinario
Sábado de la XIII semana
Textos
† Del evangelio según san Mateo (9, 14-17)
En aquel tiempo, los discípulos de Juan fueron a ver a Jesús y le preguntaron: “¿Por qué tus discípulos no ayunan, mientras nosotros y los fariseos sí ayunamos?” Jesús les respondió: “¿Cómo pueden llevar luto los amigos del esposo, mientras él está con ellos? Pero ya vendrán días en que les quitarán al esposo, y entonces sí ayunarán.
Nadie remienda un vestido viejo con un parche de tela nueva, porque el remiendo nuevo encoge, rompe la tela vieja y así se hace luego más grande la rotura.
Nadie echa el vino nuevo en odres viejos, porque los odres se rasgan, se tira el vino y se echan a perder los odres.
El vino nuevo se echa en odres nuevos y así las dos cosas se conservan”. Palabra del Señor.
Mensaje[1]
Los discípulos de Juan, que llevaban una vida más austera que la de los discípulos de Jesús, le preguntan directamente sobre esa diferencia: «¿Por qué tus discípulos no ayunan, mientras nosotros y los fariseos sí ayunamos?». Sabemos que, con la intención de anticipar la llegada del reino, el ayuno ocupaba un lugar preeminente en la piedad de los fariseos, y también en la de los discípulos de Juan.
Los fariseos lo interrogan simplemente para juzgarlo, para hacerle caer en una encerrona y desacreditarlo. Los discípulos de Juan preguntan para comprender. Nunca debemos avergonzarnos de pedir ayuda a Jesús. El maestro responde con la imagen de la llegada del novio y compara a los discípulos con los amigos del novio que participaban en la boda y la preparaban.
A su paso, efectivamente, Jesús creaba un clima nuevo, de alegría, de fiesta, justo como la que se hace en una boda. Con Jesús había llegado el verdadero «esposo», o mejor dicho, el Salvador de los hombres. Por eso hacían fiesta los discípulos y los pobres, los enfermos y los pecadores. Todos se sentían liberados de la esclavitud del mal. Podían estar alegres. No obstante, advierte Jesús, vendrán momentos difíciles. Vendrán para él, y en estas palabras ya había un indicio de los días de la pasión. También vendrán para los discípulos y para las comunidades. ¿Cómo no pensar en las innumerables persecuciones que se abaten todavía hoy sobre los discípulos de Jesús?
Durante los periodos difíciles, los discípulos «ayunarán», añade Jesús. Pero mientras no llegue aquel «esposo», hay que vestirse de fiesta y beber el vino de la misericordia; eso dará fuerza también para los momentos difíciles. Los odres viejos de los que habla Jesús son los anquilosados esquemas mentales y religiosos de siempre. El amor evangélico requiere corazones nuevos, es decir, libres de esquemas y prejuicios naturales, para acoger el mismo amor de Dios.
La resistencia a la novedad de la Palabra de Dios significa cerrarse al Espíritu para aferrarse a tradiciones que muchas veces son caducas, y que, como mucho, se escudan en lo que se ha hecho siempre y en lo que se ha pensado siempre. El Evangelio del amor nos libra de cerrarnos y limitarnos y nos hace vivir en los amplios horizontes de Dios.
[1] V. Paglia – Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día, 2018, 271-272.