Donde está tu tesoro, ahí está tu corazón

Tiempo Ordinario

Viernes de la XI Semana

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “No acumulen ustedes tesoros en la tierra, donde la polilla y el moho los destruyen, donde los ladrones perforan las paredes y se los roban.

Más bien acumulen tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el moho los destruyen, ni hay ladrones que perforen las paredes y se los roben; porque donde está tu tesoro, ahí también está tu corazón.

Tus ojos son la luz de tu cuerpo; de manera que, si tus ojos están sanos, todo tu cuerpo tendrá luz. Pero si tus ojos están enfermos, todo tu cuerpo tendrá oscuridad.

Y si lo que en ti debería ser luz, no es más que oscuridad, ¡qué negra no será tu propia oscuridad!” Palabra del Señor.

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La verdadera justicia es tener el corazón y la vida orientados hacia Dios. Es un Evangelio especialmente actual en una sociedad como la nuestra que se ha alejado de Dios pensando que es más libre. En realidad, termina siendo esclava de muchos señores. Es especialmente amarga la esclavitud de las riquezas, de los bienes, de las cosas. Jesús sabe que necesitamos bienes, pero si no tenemos la primacía del amor de Dios, nos convertimos en esclavos de los bienes. 

Por eso poco después dirá: «Busquen primero el Reino de Dios y su justicia, y todo lo demás se les dará por añadidura». Jesús aconseja no amontonar «tesoros en la tierra». Necesitamos liberarnos de la esclavitud de poseer y de consumir que rebajan nuestra vida a la miseria. En nuestro mundo hay como una dictadura del materialismo que nos obliga a sometemos a la ley del consumo y de la acumulación de bienes. La enseñanza del Evangelio es muy clara a ese respecto: quien acumula mucho queda dominado por un gran amor hacia las cosas, obedece a una pasión que secuestra su corazón. 

Jesús afirma que nuestro tesoro está allí donde tenemos el corazón; si nuestro corazón está en Dios, nuestro tesoro será su Palabra capaz de  modelar nuestras acciones y nuestros sentimientos, de forjar un estilo de vida, libre del afan de tener y acumular bienes que se destruyen con la herrumbre que corroe. Si el corazón está en las cosas que se corroen, la herrumbre corroe también el corazón, los sentimientos e incluso el mismo sentido de la vida. 

Acumular tesoros en el cielo significa amar la Palabra y ponerla en práctica, dejarse guiar por aquel diseño de amor que se nos revela y convertirnos en diligentes y alegres trabajadores suyos. La Palabra de Dios es fuerte y poderosa. Transforma los corazones y la historia de los hombres. Escribe el profeta: «Como descienden la lluvia y la nieve de los cielos y no vuelven allá, sino que empapan la tierra … así será mi palabra, la que salga de mi boca». El cielo, pues, no es solo una meta lejana; el cielo es la vida con el Señor, con los hermanos y con los pobres. 

Quien gasta su vida según el Evangelio acumula tesoros que quedarán en el cielo; nadie los podrá arrebatar, y darán abundantes frutos de amor y de bondad. 


[1] V. Paglia – Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día, 2018, 255.

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