No hagan resistencia al hombre malo

Tiempo Ordinario

Lunes de la XI semana

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Ustedes han oído que se dijo: Ojo por ojo, diente por diente; pero yo les digo que no hagan resistencia al hombre malo. Si alguno te golpea en la mejilla derecha, preséntale también la izquierda; al que te quiera demandar en juicio para quitarte la túnica, cédele también el manto. Si alguno te obliga a caminar mil pasos en su servicio, camina con él dos mil. Al que te pide, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda”. Palabra del Señor.

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Continuamos a la escucha del Sermón de la Montaña. La vida nueva del Reino se vive en los distintos ámbitos de la vida.

El primer ámbito de vida en el cual se inserta el Reino y su justicia es el de las relaciones con los demás. Jesús mostró cómo se ejercen las bienaventuranzas en situaciones de conflictividad en los que la solución no depende de nosotros.

El primer impulso es la venganza, el desquite, devolver con la misma moneda. El Antiguo Testamento había admitido esta posibilidad, asumiendo una formula muy antigua: «Ojo por ojo y diente por diente» que en su momento fue un gran avance para la civilización, pues contenía el desquite desproporcionado ante una agresión.

Para Jesús la venganza no pertenece al proceder característico del Reino de Dios. No es así como se hace justicia; por el contrario, hay que dar un nuevo paso hacia delante. La verdadera justicia no está en los empates sino en la paradójica victoria del derrotado: «no hagan resistencia al hombre malo».

Este nuevo valor que brota de la justicia del Reino apunta a la eliminación de la violencia mediante dos caminos: superar el desquite y trabajar por la conversión del agresor. El texto que leemos hoy se ocupa del primer camino, del segundo nos ocuparemos mañana.

Enseguida Jesús enumera cinco situaciones bien conocidas para los oyentes del evangelio, en las cuales un discípulo se siente agredido en su integridad física, moral y sicológica. En cada caso ha que superar el desquite sin hacer resistencia al hombre malo.

Primera situación: una bofetada en la mejilla. En este caso el agredido no devuelve el golpe sino que expone su indefensión: pone la otra mejilla.

Segunda situación: un pleito jurídico para reclamar una deuda. El agredido se muestra más generoso que el agresor entregándole más de lo reclamado: el manto, el cual pertenecía al rango de los elementos de valor de una persona. 

Tercera situación: un retén del ejército romano de ocupación. El sometimiento al Imperio Romano permitía que los soldados romanos detuvieran las caravanas y forzar a los viajeros a cargar piedras. Puesto que había abusos de autoridad, las leyes establecían que un romano no podía exigir más de una milla en este esfuerzo. La respuesta frente a tamaña agresión es, por cuenta propia, hacer el doble de lo pedido, así queda claro que no se es un esclavo sino un hombre libre que sirve generosamente al otro. 

Cuarta situación. una persona que pide ayuda. Podría ser el caso de un mendigo que pide limosna; en aquellos tiempos los niveles de pobreza era muy altos. ¿No es verdad que una persona que pide ayuda todos los días poco a poco comienza causar fastidio? El agredido no perderá la paciencia. 

Quinta situación: un préstamo. Aquí el contexto es bien conocido: los desplazamientos forzados por causa de la violencia romana (en la década del 60 y comienzos del 70) habían llevado a muchas familias a perder sus posesiones.  Llegaban a otras ciudades y acudían en primer lugar a sus “hermanos” cristianos. Estos los acogían con generosidad los primeros días y les hacían préstamos para que pudieran reorganizar sus vidas. Pero la situación económica era tal que no había como pagar y, peor aún, los mismos volvían para pedir más. Entonces comenzaban a negarse los préstamos y la fraternidad entraba en crisis.

En todos estos casos puede verse cómo el agredido no devuelve la ofensa, sino que, por el contrario, se muestra siempre bondadoso. Afronta, por lo tanto, el problema con una actitud diferente: baja la tensión del agresor y desarma de manera no violenta la agresión. No se afronta el mal de manera pasiva sino con una actitud que lo desarma: hacerle el bien al enemigo.

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