Están en un error, porque no entienden las Escrituras ni el poder de Dios

Tiempo Ordinario

Miércoles de la IX semana

En aquel tiempo, fueron a ver a Jesús algunos de los saduceos, los cuales afirman que los muertos no resucitan, y le dijeron: “Maestro, Moisés nos dejó escrito que si un hombre muere dejando a su viuda sin hijos, que la tome por mujer el hermano del que murió para dar le descendencia a su hermano.

Había una vez siete hermanos, el primero de los cuales se casó y murió sin dejar hijos. El segundo se casó con la viuda y murió también, sin dejar hijos; lo mismo el tercero. Los siete se casaron con ella y ninguno de ellos dejó descendencia. Por último, después de todos, murió también la mujer. El día de la resurrección, cuando resuciten de entre los muertos, ¿de cuál de los siete será mujer? Porque fue mujer de los siete”.

Jesús les contestó: “Están en un error, porque no entienden las Escrituras ni el poder de Dios.

Pues cuando resuciten de entre los muertos, ni los hombres tendrán mujer ni las mujeres marido, sino que serán como los ángeles del cielo.

Y en cuanto al hecho de que los muertos resucitan, ¿acaso no han leído en el libro de Moisés aquel pasaje de la zarza, en que Dios le dijo: Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac, el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos. Están, pues, muy equivocados”. Palabra del Señor.

Descargar los textos en PDF

Es el último debate de Jesús en el templo. Jesús discute con los saduceos sobre el tema de la resurrección. Es bien sabido que este grupo de israelitas no creía en la resurrección después de la muerte. Y ahondan en un ejercicio teórico sobre el matrimonio -tal como establecen las disposiciones mosaicas sobre el levirato- que lleva inevitablemente al absurdo. 

Su disquisición les lleva a concluir que la resurrección de los muertos es imposible. Hay que decir que la fe en la resurrección es más bien una creencia tardía en el judaísmo y algunos, como los saduceos, no compartían dicha convicción. 

Con el cristianismo, y sobre todo con la resurrección de Jesús de entre los muertos, se admitirá el misterio de la resurrección de los muertos. En cualquier caso Jesús no responde en el plano de la racionalidad teórica al que le quieren llevar, sino en el plano de las Escrituras y del poder de Dios. Y afirma claramente la resurrección de los muertos. 

Jesús recuerda ante todo las palabras que el mismo Dios dirigió a Moisés desde la zarza ardiente cuando le dijo que era el Señor de los vivos y de los muertos. Dios no dijo que era Señor solo de los vivos, sino también de los muertos. Con dicha afirmación quería manifestar su dominio sobre sus hijos tanto en la vida como en la muerte: «No es un Dios de muertos, sino de vivos». 

A partir de estas palabras, Jesús amplía la visión y abre un resquicio en la vida tras la muerte: los creyentes, libres de los vínculos de la carne, vivirán «como ángeles», es decir, impulsados por el Espíritu. Pero ya en esta tierra podemos vivir una vida plena y libre si acogemos su Palabra en nuestro corazón. Jesús lo dirá varias veces después del conocido discurso de Cafarnaún: «Este es el pan bajado del cielo; no como aquel que comieron vuestros antepasados, y murieron; el que coma este pan vivirá para siempre» (Jn 6, 58). 


[1] V. Paglia – Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día, 2018, 237-238.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *