Lo hemos dejado todo para seguirte

Tiempo Ordinario

Martes de la VIII semana

Textos

En aquel tiempo, Pedro le dijo a Jesús: “Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte”. Jesús le respondió: “Yo les aseguro: Nadie que haya dejado casa, o hermanos o hermanas, o padre o madre, o hijos o tierras, por mí y por el Evangelio, dejará de recibir, en esta vida, el ciento por uno en casas, hermanos y hermanas, madres e hijos y tierras, junto con persecuciones, y en el otro mundo, la vida eterna. Y muchos que ahora son los primeros serán los últimos, y muchos que ahora son los últimos, serán los primeros”. Palabra del Señor.

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Mensaje[1]

Se ha desarrollado una situación ante los ojos de Jesús y de sus discípulos: un joven con deseo de seguir a Jesús, se ha alejado entristecido ante la exigencia que le plantea vivir según el evangelio; atrapado por su riqueza no tenía la libertad de dejarlo todo. 

En cambio, Pedro y los demás del grupo si lo han dejado todo y para seguir a Jesús; en síntesis, su respuesta al llamado fue diametralmente opuesta a la del joven rico. Inevitablemente surge para ellos una pregunta ¿qué será de nosotros? que se plantea implícita en una afirmación: «Señor, ya ves que nosotros lo hemos dejado todo para seguirte». Jesús capta el mensaje y habla de una recompensa que se distribuye entre el  «el tiempo presente» y el «el mundo futuro». A quienes lo han dejado todo, explicitado con siete realidades que abarcan el mundo del bienestar, de los afectos y de la profesión: casa, hermanos, hermanas, madre, padre, hijos, campos, se les dará cien veces más. 

No se trata de matemáticas. Se trata de quedarse sin nada para tenerlo todo. Aquí podemos ver una alusión a la vida eclesial de la primera comunidad, donde era fuerte el sentido de pertenencia y los miembros se llamaban «hermanos» entre sí. El añadido «junto con persecuciones»  recuerda que en el tiempo presente no se puede alejar la sombra de la cruz. Se goza, se obtiene, pero de un modo condicionado. El premio definitivo es «en el mundo futuro» y consiste en la «vida eterna». Esa expresión no tiene necesidad de explicaciones o de complementos. Es la vida con Dios, una vida exuberante, que no conoce ocaso. 

El último versículo es una sentencia de carácter sapiencial que prevé el vuelco de la situación. Es un aviso para que nadie se considere nunca de los que ya han llegado, y un llamado a la vigilancia, porque el seguimiento es siempre un compromiso de vida. 


[1] G. Zevini – P.G. Cabra, Lectio divina para cada día del año. 9., 375-376.

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