Pascua
Miércoles de la VII semana
Textos
† Del evangelio según san Juan (17, 11-19)
En aquel tiempo, Jesús levantó los ojos al cielo y dijo: “Padre santo, cuida en tu nombre a los que me has dado, para que sean uno, como nosotros.
Cuando estaba con ellos, yo cuidaba en tu nombre a los que me diste; yo velaba por ellos y ninguno de ellos se perdió, excepto el que tenía que perderse, para que se cumpliera la Escritura.
Pero ahora voy a ti, y mientras estoy aún en el mundo, digo estas cosas para que mi gozo llegue a su plenitud en ellos.
Yo les he entregado tu palabra y el mundo los odia, porque no son del mundo, como yo tampoco soy del mundo.
No te pido que los saques del mundo, sino que los libres del mal. Ellos no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en la verdad. Tu palabra es la verdad.
Así como tú me enviaste al mundo, así los envío yo también al mundo.
Yo me santifico a mí mismo por ellos, para que también ellos sean santificados en la verdad”. Palabra del Señor.
Fondo Musical: P. Martin Alejandro Arceo Álvarez
Mensaje[1]
El fragmento incluye la segunda parte de la «oración sacerdotal» de intercesión que Jesús, como Hijo, dirige al Padre. Tiene como objeto la custodia de la comunidad de los discípulos, que permanecen en el mundo.
El texto se divide en dos partes: al comienzo se desarrolla el tema del contraste entre los discípulos y el mundo; a continuación se habla de la santificación de éstos en la verdad. Si, por una parte, emerge la oposición entre los creyentes y el mundo, por otra se manifiesta con vigor el amor del Padre en Jesús, que ora para que los suyos sean custodiados en la fe.
En el primer fragmento pasa revista Jesús a varios temas de manera sucesiva: la unidad de los suyos, su custodia a excepción «del que tenía que perderse», la preservación del maligno y del odio del mundo.
En el segundo fragmento, Jesús, después de haber pedido al Padre que defienda a los suyos del maligno y después de haber subrayado en negativo su no pertenencia al mundo pide en positivo la santificación de los discípulos: «santifícalos en la verdad. Tu palabra es la verdad.».
Le ruega así al Padre, al que ha llamado «santo», que haga también santos en la verdad a los que le pertenecen. Los discípulos tienen la tarea de prolongar en el mundo la misma misión de Jesús. Ahora bien, éstos, expuestos al poder del maligno, necesitan, para cumplir su misión, no sólo la protección del Padre, sino también la obra santificadora de Jesús.
[1] G. Zevini – P.G. Cabra – M. Montes, Lectio divina para cada día del año., IV, 426-427.