Pascua
Viernes de la VI semana
Textos
† Del evangelio según san Juan (16, 20-23)
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Les aseguro que ustedes llorarán y se entristecerán, mientras el mundo se alegrará. Ustedes estarán tristes, pero su tristeza se transformará en alegría.
Cuando una mujer va a dar a luz, se angustia, porque le ha llegado la hora; pero una vez que ha dado a luz, ya no se acuerda de su angustia, por la alegría de haber traído un hombre al mundo. Así también ahora ustedes están tristes, pero yo los volveré a ver, se alegrará su corazón y nadie podrá quitarles su alegría.
Aquel día no me preguntarán nada”. Palabra del Señor.
Fondo Musical: P. Martin Alejandro Arceo Álvarez
Mensaje[1]
Jesús, cuando apenas ha terminado de señalar una de las constantes de la experiencia cristiana -la dura espera del encuentro gozoso y definitivo con él-, se vale de la imagen eficaz y delicada de la mujer que va a dar a luz un hijo para expresar el paso de la aflicción a la alegría sobreabundante. La alegría de la mujer es doble: han terminado sus propios sufrimientos y ha dado al mundo un nuevo ser.
La alegría cristiana va unida al dolor, pero desemboca en la vida nueva que es la pascua del Señor. A continuación, sigue Jesús explicando la comparación en sentido espiritual. El dolor por la muerte oprobiosa del Hijo de Dios se mudará en gozo el día de la pascua, en una alegría sin fin que «nadie podrá quitar» a los discípulos, porque está arraigada en la fe en Aquel que vive glorioso a la diestra de Dios.
Jesús ha hablado del tiempo inaugurado con su resurrección; en la continuación, añade: «Aquel día no me preguntarán nada». La expresión «ese día» no se refiere sólo al día de la resurrección, sino a todo el tiempo que comenzará con ese acontecimiento. Desde ese día en adelante, la comunidad cristiana, iluminada plenamente por el Espíritu Santo, tendrá una nueva visión de las cosas y de la vida, y el Espíritu Santo iluminará interiormente a sus miembros y les hará conocer todo lo que sea necesario.
[1] G. Zevini – P.G. Cabra – M. Montes, Lectio divina para cada día del año. 4., IV, 375-376.