¿Quieres curarte?

Cuaresma

Martes de la semana IV

Textos

† Del evangelio según san Juan (5, 1-16)

Era un día de fiesta para los judíos, cuando Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la puerta de las Ovejas, una piscina llamada Betesdá, en hebreo, con cinco pórticos, bajo los cuales yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos y paralíticos. Entre ellos estaba un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo.

Al verlo ahí tendido y sabiendo que ya llevaba mucho tiempo en tal estado, Jesús le dijo; “¿Quieres curarte?” Le respondió el enfermo: “Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua.

Cuando logro llegar, ya otro ha bajado antes que yo”. Jesús le dijo: “Levántate, toma tu camilla y anda”. Al momento el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar.

Aquel día era sábado. Por eso los judíos le dijeron al que había sido curado: “No te es lícito cargar tu camilla”. Pero él contestó: “El que me curó me dijo: ‘Toma tu camilla y anda’ ”.

Ellos le preguntaron: “¿Quién es el que te dijo: ‘Toma tu camilla y anda’?” Pero el que había sido curado no lo sabía, porque Jesús había desaparecido entre la muchedumbre. Más tarde lo encontró Jesús en el templo y le dijo: “Mira, ya quedaste sano. No peques más, no sea que te vaya a suceder algo peor”. Aquel hombre fue y les contó a los judíos que el que lo había curado era Jesús. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado. Palabra del Señor.

Fondo Musical: P. Martin Alejandro Arceo Álvarez

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Mensaje

A estas alturas de la cuaresma los textos bíblicos nos hacen dar un paso adelante en el camino de renovación propio de la cuaresma; las tres primeras semanas insistieron en la oración y en la fraternidad, rasgos que nos identifican como hijos de Dios y en la práctica de la misericordia; a partir de la cuarta semana quieren introducirnos en la comunión con Jesús y por Él en la comunión con el Padre. Para ello, el evangelista san Juan nos propone la contemplación de las obras (=signos) y de las palabras (=Palabra) de Jesús que vive entre nosotros por la fe y por los sacramentos. En el centro de todo está el misterio de la pascua, el «paso de Jesús de este mundo al Padre».

El pasaje que leemos hoy comienza con una ambientación precisa: una fiesta en  Jerusalén;  y nos ubica concretamente en la piscina de Betesda -que quiere decir “casa de la misericordia”- donde  yacían una gran cantidad de enfermos. Estaba también allí un hombre que  llevaba treinta y ocho años enfermo.

Jesús lo vió y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo le dijo: “¿Quieres curarte?”. Con esta pregunta, Jesús provoca en el enfermo la confesión de su situación de impotencia, de imposibilidad, de desesperanza: “Señor no tengo a nadie”. Este reconocimiento sencillo y humilde ante un interlocutor que no aún no conoce, abrió el corazón de este enfermo para  acoger la salvación, que se manifiesta como curación del cuerpo y del espíritu.

La piscina de las curaciones es imagen de la Iglesia, llamada a ser verdadera «casa de misericordia». La tradición cristiana ha imaginado la comunidad de los creyentes como una comunidad sanante. ¿Se verifica esto en tu comunidad?

Hay un segundo encuentro de aquel hombre con Jesús. El escenario ya no es la piscina, ahora es el Templo, allí se manifiesta la completa superación de la parálisis, aquel hombre sale de sí mismo y comienza a dar testimonio del don de la sanación que había recibido. El evangelio advierte que si bien aquel signo para unos fue provocación para hacer el camino de la fe, para otros fue motivo de odio y persecución: «los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado». Comienza a respirarse la atmósfera de la pasión.

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