Comenzaron a hacer planes para matar a Jesús

Tiempo Ordinario

Miércoles de la II semana

En aquel tiempo, Jesús entró en la sinagoga, donde había un hombre que tenía tullida una mano. Los fariseos estaban espiando a Jesús para ver si curaba en sábado y poderlo acusar. Jesús le dijo al tullido: “Levántate y ponte allí en medio”.

Después les preguntó: “¿Qué es lo que está permitido hacer en sábado, el bien o el mal? ¿Se le puede salvar la vida a un hombre en sábado o hay que dejarlo morir?” Ellos se quedaron callados.

Entonces, mirándolos con ira y con tristeza, porque no querían entender, le dijo al hombre: “Extiende tu mano”. La extendió, y su mano quedó sana. Entonces se fueron los fariseos y comenzaron a hacer planes con los del partido de Herodes para matar a Jesús. Palabra del Señor.

Descargar los textos en PDF

 Es sábado y, como de costumbre, Jesús se dirige a la sinagoga para la oración. Allí encuentra a un hombre con un brazo tullido. Un escrito apócrifo de la época pone en boca de este hombre la siguiente oración: «Yo era albañil, me ganaba la vida con el trabajo de mis manos. Oh, Jesús, te ruego que me cures para que no tenga que mendigar vergonzosamente mi pan». La escena del hombre con su brazo inmovilizado hace que vengan a la mente los numerosos trabajadores que han sufrido accidentes laborales quedando marcados para toda la vida. Es una situación que requiere más atención por parte de todos, para evitar que los lugares de trabajo sean lugares de riesgo y de muerte.

En cuanto ve a este hombre tullido de su mano, Jesús se conmueve. Le sucede cada vez que encuentra a los enfermos y los débiles. Los fariseos, por el contrario, a quienes no les interesa el sufrimiento de aquel hombre, enfocan su mirada maliciosa, esperando tener motivo para acusar a Jesús, pues saben que es sábado y que el Maestro nunca permanece inerte ante el dolor de las personas.

Jesús sabe que debe cumplir la voluntad del Padre y se dirige a aquel hombre y le ordena: «Extiende la mano». Aquel hombre obedece a la palabra de Jesús y extiende su mano. Queda curado. La obediencia al Evangelio lleva siempre a la curación, hace reconquistar lo que por el pecado o por la humana fragilidad habíamos perdido. Jesús ha venido para que ningún hombre sea más esclavo del mal, sino partícipe del nuevo horizonte de Dios que es la plenitud de vida. Aquel hombre se cura y puede volver a la vida cotidiana. La curación no se produce para permanecer prisioneros de nosotros mismos sino para ponerse al servicio de los demás, del bien común de todos. La mano es curada «para echar una mano» -como se suele decir- al necesitado.

Jesús se coloca más allá de la observancia formal del sábado, día dedicado a Dios; el ve las cosas de manera distinta y quiere hacer ver que el día considerado de Dios es propicio para que Dios irrumpa en la vida de las personas con toda su fuerza creadora. Cada vez que la misericordia y la salvación de Dios tocan la vida de los hombres se cumple el «sábado» de Dios: la fiesta del amor y de la plenitud de la vida.

El evangelio concluye haciendo notar una alianza perversa. Los Herodianos y los fariseos eran archienemigos, pues los primeros se sometían de buena voluntad al poder romano y sostenían que era justo pagar tributo a los emperadores, cosa que negaban los fariseos; sin embargo, tratándose de Jesús que hace el bien, se declaran a sí mismos sus enemigos y se confabulan con la intención de destruir a Jesús. Las alianzas entre enemigos no son rara; son perversas y sospechosas cuando eluden la reconciliación y comparten el objetivo destruir a quienes hacen el bien.

No pasan desapercibidas tampoco las distintas miradas en el texto; la de los fariseos es maliciosa, típica de quienes desconfían de si mismos y de todas las personas, obstinada en encontrar malas intenciones en las acciones más bondadosas, por eso buscan que Jesús realice algo que de pie a una acusación; Jesús no lo ignora y al ver la mala intención y el corazón endurecido de estas personas las mira con ira y tristeza, mas delante pondrá en evidencia a quienes teniendo ojos para ver no quieren ver.


[1] V. Paglia – Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día, 2018, 65-66.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *