Zaqueo trataba de conocer a Jesús

Tiempo Ordinario

Martes de la XXXIII semana

En aquel tiempo, Jesús entró en Jericó, y al ir atravesando la ciudad, sucedió que un hombre llamado Zaqueo, jefe de publicanos y rico, trataba de conocer a Jesús, pero la gente se lo impedía, porque Zaqueo era de baja estatura. Entonces corrió y se subió a un árbol para verlo cuando pasara por ahí. Al llegar a ese lugar, Jesús levantó los ojos y le dijo: “Zaqueo, bájate pronto, porque hoy tengo que hospedarme en tu casa”.

El bajó enseguida y lo recibió muy contento. Al ver esto, comenzaron todos a murmurar diciendo: “Ha entrado a hospedarse en casa de un pecador”.

Zaqueo, poniéndose de pie, dijo a Jesús: “Mira, Señor, voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y si he defraudado a alguien, le restituiré cuatro veces más”. Jesús le dijo: “Hoy ha llegado la salvación a esta casa, porque también él es hijo de Abraham, y el Hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que se había perdido”. Palabra del Señor.

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Del encuentro vivo de Jesús con el ciego que estaba a la entrada de Jericó, pasamos hoy a otro encuentro famoso que se realiza ya dentro de la ciudad: el encuentro con Zaqueo.  Pasamos del encuentro con un mendigo al encuentro con un rico.  En ambos casos asistimos a una catequesis sobre lo que es una experiencia de salvación. 

Veamos primero la persona de Zaqueo. Hay personas que a veces clasificamos como “difíciles” en la evangelización. Son personas “duras” para convertirse.  Zaqueo parece ser una de ellas. Él llena todos los requisitos: es publicano, es el jefe de ellos; se dedica a cobrar impuestos en una de las mejores plazas para ello, Jericó es una ciudad de frontera por donde transitan los mercaderes de la región. Por su oficio, Zaqueó es un pecador, señalado por la gente, pues además de colaborar con un imperio pagano, aprovechaba su posición para extorsionar

Zaqueo quiere ver a Jesús.  El texto dice que “trataba de ver quién era Jesús”, lo cual nos recuerda también la actitud de otro hombre poderoso, Herodes, cuando supo acerca de Jesús y sentía curiosidad por verlo.  Lo que llama la atención no es el improvisado balcón que supliría su baja estatura sino su profundo interés por Jesús. Para Zaqueo no es suficiente “escuchar” acerca de Jesús sino dar un nuevo paso hacia delante en el conocimiento de Él: el verlo. 

Zaqueo recibe a Jesús con alegría.  Pero es Jesús quien “ve” a Zaqueo y le pide hospedaje. Es normal que Zaqueo lo haga “con alegría”, porque el hecho le da importancia.  Esta valoración por parte Jesús, que es un signo de su misericordia, es salvífica porque rescata lo mejor que hay en su corazón.  Por eso su “alegría” es la “alegría de la salvación” que ya comienza a experimentar.  Y como sucedió con la historia del ciego: no es suficiente ver pasar al Señor, lo  importante es estar con Él, entrar en relación estrecha con Él en el gozo festivo de la mesa. 

Zaqueo se comporta públicamente como un hombre según el Evangelio. A la “alegría” le sigue otro indicador de salvación: la generosidad. Él dice: “voy a dar a los pobres la mitad de mis bienes, y si he defraudado a alguien, le restituiré cuatro veces más”. Desde el comienzo del Evangelio, en la predicación de Juan Bautista, se había dicho que la conversión no era cuestión de labios para fuera sino gestos que la hicieran concreta. Zaqueo ahora tiene el corazón del Evangelio. 

Jesús concluye diciendo “Hoy ha llegado la salvación a esta casa”.  Es el “hoy” de la salvación.  Entonces Zaqueo es acogido como miembro pleno de la comunidad: “también él es hijo de Abraham”.

“El Hijo del hombre ha venido a buscar y salvar lo que estaba perdido”. El encuentro de Jesús con Zaqueo ha sido como el pastor con la oveja perdida, que estaba descarriada, herida, maltratada. Una historia cargada de profundas emociones que nos sobrecoge también a nosotros hoy. 


[1] F. Oñoro. El encuentro de Jesús con Zaqueo. “El hijo del hombre ha venido a buscar y a salvar lo que estaba perdido”  Pistas para la Lectio Divina. Lucas 19, 1-10. CEBIPAL/CELAM.

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