Porque has sido fiel en cosas de poco valor te confiaré cosas de mucho valor

Tiempo Ordinario

Domingo de la XXXIII semana – Ciclo A

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos esta parábola: “El Reino de los cielos se parece también a un hombre que iba a salir de viaje a tierras lejanas; llamó a sus servidores de confianza y les encargó sus bienes. A uno le dio cinco talentos; a otro, dos; y a un tercero, uno, según la capacidad de cada uno, y luego se fue.

El que recibió cinco talentos fue enseguida a negociar con ellos y ganó otros cinco. El que recibió dos hizo lo mismo y ganó otros dos. En cambio, el que recibió un talento hizo un hoyo en la tierra y allí escondió el dinero de su señor.

Después de mucho tiempo regresó aquel hombre y llamó a cuentas a sus servidores.

Se acercó el que había recibido cinco talentos y le presentó otros cinco, diciendo: ‘Señor, cinco talentos me dejaste; aquí tienes otros cinco, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’.

Se acercó luego el que había recibido dos talentos y le dijo: ‘Señor, dos talentos me dejaste; aquí tienes otros dos, que con ellos he ganado’. Su señor le dijo: ‘Te felicito, siervo bueno y fiel. Puesto que has sido fiel en cosas de poco valor, te confiaré cosas de mucho valor. Entra a tomar parte en la alegría de tu señor’. Finalmente, se acercó el que había recibido un talento y le dijo: ‘Señor, yo sabía que eres un hombre duro, que quieres cosechar lo que no has plantado y recoger lo que no has sembrado. Por eso tuve miedo y fui a esconder tu talento bajo tierra. Aquí tienes lo tuyo’.

El señor le respondió: ‘Siervo malo y perezoso. Sabías que cosecho lo que no he plantado y recojo lo que no he sembrado.

¿Por qué, entonces, no pusiste mi dinero en el banco para que, a mi regreso, lo recibiera yo con intereses? Quítenle el talento y dénselo al que tiene diez.

Pues al que tiene se le dará y le sobrará; pero al que tiene poco, se le quitará aun eso poco que tiene. Y a este hombre inútil, échenlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y la desesperación’”. Palabra del Señor.

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Hoy nos unimos a toda las iglesias que en todo el mundo celebran la jornada de los pobres. El papa Francisco, al instituir la celebración de hoy, quiso poner de manifiesto el lugar que los pobres tienen en la vida de la Iglesia: su lugar central es el corazón mismo del Evangelio. 

Podemos comparar el amor por los pobres a los talentos de los que habla el evangelio que hemos leído. Las obras de misericordia -que el evangelista Mateo recuerda en el pasaje siguiente al de hoy- son como aquellos talentos que el Señor ha confiado a sus iglesias, del mismo modo que los confío a aquellos siervos. 

A lo largo de la historia, hasta su retorno, las Iglesias están llamadas a hacer fructificar aquellos talentos, cada una según las capacidades de cada uno. Por desgracia muchos no comprnden el valor de este amor. No es raro que el amor por los pobres sea una cosa más que hacer, y que se reserve a algunos o quede reducido a trámites y burocracia.

El Evangelio nos dice, por lo contrario, que tiene un valor eneorme. La parábola evangélica afirma claramente que hay que poner a trabajar dicho amor, que hay que multiplicarlo. El evangelio pone prisa, una prisa que nace de la inmensa multitud de pobres que esperan amor y consuelo. 

Era la prisa de Jesús: cuando vio la multitud de pobres que acudían a él se echó inmediatamente a los caminos para comunicar el Evangelio del reino y curar dolencias y enfermedades. Y siguiendo la lógica de la multiplicación, podríamos añadir que esta prisa hizo que Jesús multiplicara los talentos cuando invitó a los Doce, primero, y a los setente y dos, más tarde. 

Así, de generación en generación cristiana, hasta hoy, Jesús pide que se multipliquen los talentos del amor por todas las periferias de este mundo. en este horizonte de generosidad misionera comprendemos las palabras de Jesús que nos transmite el apóstol Pablo: «Hay más felicidad en dar que en recibir».

En efecto, no basta con recibir. Eso pensaba el tercer siervo. No comprendió que aquel talento no era para él. Era un don para todos, pero él lo convirtió en una propiedad suya. Se contentó con recibir, podríamos decir, es decir, redujo su alegría a guardar para él lo que había recibido. No es esta la lógica del Evangelio. No lo fue para los dos primeros discípulos. Y no debe ser así para nosotros. El Señor nos repite: «Hay más felicidad en dar que en recibir».


[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. pp. 398-399.

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