Si con la ayuda del Espíritu destruyen sus malas acciones, entonces vivirán

Tiempo Ordinario

Lunes de la XXX semana

Textos

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos (8, 12-17)

Hermanos: Nosotros no estamos sujetos al desorden egoísta del hombre, para hacer de ese desorden nuestra regla de conducta. Pues si ustedes viven de ese modo, ciertamente serán destruidos. Por el contrario, si con la ayuda del Espíritu destruyen sus malas acciones, entonces vivirán. 

Los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios, ésos son hijos de Dios. No han recibido ustedes un espíritu de esclavos, que los haga temer de nuevo, sino un espíritu de hijos, en virtud del cual podemos llamar Padre a Dios.

El mismo Espíritu Santo, a una con nuestro propio Espíritu, da testimonio de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos también herederos de Dios y coherederos con Cristo, puesto que sufrimos con él para ser glorificados junto a él. Palabra de Dios.

Descargar los textos en PDF

Mensaje[1]

El hombre a menudo se encuentra atrapado entre el orgullo y el miedo: se siente un fuerte deseo de afirmarse a sí mismo, y un fuerte miedo de no ser capaz de dominar a los que están a su alrededor. La vida que se deriva de ellos no es hermosa ni para él ni para los demás. El orgullo, y fomentan la creación de una sociedad formada por personas abandonadas en la soledad, sin puntos de referencia y, por ello, más fácilmente dominadas por la violencia y el abuso.

Cada vez que nos cerramos en nosotros mismos, aumenta el miedo del otro y, por tanto, también la oposición como defensa. El Señor vino en nuestra ayuda y nos dio su espítu de libertad para que no volviéramos a caer en el miedo y para que fuéramos hijos suyos. Ninguno de los discípulos de Jesús puede decir que es huérfano o está abandonado. 

Al contrario, es arrancado de raíz de la soledad para ser acogido en la familia de Dios, en una casa donde es conocido, amado, ayudado, acompañado y corregido. La salvación, en definitiva, consiste en ser arrancado del poder del mal y de la soledad y en ser parte del pueblo del Señor.

En uno de los textos fundamentales del Vaticano II, la Constitución sobre la Iglesia, se lee que Dios no quiso salvar a los hombres uno a uno, sino haciendo de ellos un pueblo, o aún mejor, una «familia» en la que todos pueden dirigirse al Padre con  total confianza, como la de un niño, y pueden llamar al Señor: «papá», «abbá». Esa es la sustancia de nuestra salvación. Y nunca dejamos de ser hijos. ser hijos es la fuente de nuestra alegría.


[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. p. 77.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *