Pónganse al servicio de Dios

Tiempo Ordinario

Miércoles de la XXIX semana

Textos

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos (6, 12-18)

Hermanos: No dejen que el pecado domine su cuerpo mortal y los obligue a seguir sus malas inclinaciones; no pongan sus miembros al servicio del pecado, como instrumentos de maldad. Por el contrario, pónganse al servicio de Dios, puesto que habiendo estado muertos, él les ha dado la vida; pongan también sus miembros a su servicio, como instrumentos de santidad. El pecado ya no volverá a dominarlos, pues no viven ustedes bajo el régimen de la ley, sino bajo el régimen de la gracia.

¿Podemos entonces pecar, puesto que ya no vivimos bajo el régimen de la ley, sino bajo el régimen de la gracia? De ningún modo. ¿Acaso no saben ustedes que al someterse a alguien para obedecerlo como esclavos, se hacen sus esclavos? Si ustedes son esclavos del pecado, es para su propia muerte; si son esclavos de la obediencia a Dios, es para su santificación.

Pero gracias a Dios, ustedes, aunque fueron esclavos del pecado, han obedecido de corazón las normas de la doctrina evangélica que se les han transmitido, y así, una vez libres del pecado, se han hecho esclavos de la santidad. Palabra de Dios.

Descargar los textos en PDF

Mensaje[1]

El apóstol había declarado a los creyentes «muertos al pecado» porque habían recibido la gracia del bautismo, que les había hecho partícipes de la Pascua de Cristo. Ahora deja claro que esa gracia no actúa mágicamente en los creyentes, sino que activa en ellos un dinamismo responsable. 

Aunque hayan «muerto al pecado»,  los creyentes deben hacer lo posible por no dejarse dominar por el pecado en la vida de cada día. A los cristianos se la da fuerza, la energía sufuciente para hacer frente al pecado y a la mentalidad perversa con la que quiere dominar el corazón de los hombres.

Por eso el apóstol exhorta a elegir entre obedecer el instinto del hombre viejo u obedecer al hombre nuevo guiado por el Espíritu. Si la primera es una obediencia instintiva, y por tanto una especie de esclavitud, la segunda, en cambio, requiere una decisión y una atención vigilante y perseverante. 

La vida del creyente es siempre una lucha entre estas dos fuerzas; la misma lucha que Jesús vivió para combatir el mal hasta derrotarlo. A través de su muerte y resurreción, Jesús privó al pecado de su fuerza imparable. El mal quedó definitivamente derrotado. 

No obstante, está siempre al acecho, como escribe el libro del Génesis: «Si no obras bien, a la puerta está el pecado acechando» (Gn 4, 7). Diciendo obedecer al Espíritu, la vida del creyente se convierte en una ofrenda generosa y alegre al Señor y a los hermanos. El mismo Jesús vivió su existencia terrenal como una ofrenda total al Padre por la salvación de cada hombre.

Nosotros, discípulos de última hora, estamos llamados a seguirlo por este camino. Es la única manera de librarnos del dominio del pecado que intenta someternos de cualquier modo a sus deseos. Pero el Señor, que conoce nuestra debilidad, vierte abundantemente su gracia sobre nosotros.


[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. pp. 372-373.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *