Ante la firme promesa de Dios no dudó ni tuvo desconfianza

Tiempo Ordinario

Lunes de la XXIX semana

Textos

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos (4, 19-25)

Hermanos: La fe de Abraham no se debilitó a pesar de que, a la edad de casi cien años, su cuerpo ya no tenía vigor, y además, Sara, su esposa, no podía tener hijos. Ante la firme promesa de Dios no dudó ni tuvo desconfianza, antes bien su fe se fortaleció y dio con ello gloria a Dios, convencido de que él es poderoso para cumplir lo que promete. Por eso, Dios le acreditó esta fe como justicia.

Ahora bien, no sólo por él está escrito que “se le acreditó”, sino también por nosotros, a quienes se nos acreditará, si creemos en aquel que resucitó de entre los muertos, en nuestro Señor Jesucristo, que fue entregado a la muerte por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. Palabra de Dios.

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Mensaje[1]

El apóstol escribe a los romanos que el episodio de Abrahán nos habla también directamente a nosotros, los cristianos, «que creemos en Aquel que resucitó de entre kis muertos a Jesús nuestro Señor». En un comentario hebreo de la Escritura leemos: «Todo cuanto se escribió sobre Abrahán se repite en la historia de sus hijos». 

El apóstol aclara que con su muerte en la cruz Jesús cargó con todos los pecados del mundo y con su resurrección nos justificó: él «fue entregado por nuestros pecados pero resucitado para nuestra justificación». De ese modo el apóstol interpreta la fe de Abrahán y la asocia al misterio mismo de Jesús que muere y que resucita. 

El Dios de Abrahán se manifiestra en su plenitud en Cristo Jesús. Por eso la historia de Abrahán es emblemática para todos los creyentes y en particular para os cristianos, porque muestra la radicalidad de la fe. Por la fe también nosotros nos unimos a Dios, precisamente como hizo el primero de los patriarcas, que creyó «esperando contra toda esperanza».

Aquella fe, que es también la nuestra, nos pide que confiemos totalmente en el Hijo de Dios y en su misterio de salvación. La confiaza del cristiano es como la de Abrahán. Por tanto, la fe no es princialmente una obra que debamos llevar a cabo, sino que es sobre todo y ante todo darse a uno mismo a Dios, que nos llama, es abandonarse a la voluntad de Dios y a su plan de amor, del que nos hace partícipes.


[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. pp. 370-371.

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