Tiempo Ordinario
Domingo de la XXIX semana – Ciclo A
Textos
† Del evangelio según san Mateo (22, 15-21)
En aquel tiempo, se reunieron los fariseos para ver la manera de hacer caer a Jesús, con preguntas insidiosas, en algo de que pudieran acusarlo.
Le enviaron, pues, a algunos de sus secuaces, junto con algunos del partido de Herodes, para que le dijeran: “Maestro, sabemos que eres sincero y enseñas con verdad el camino de Dios, y que nada te arredra, porque no buscas el favor de nadie.
Dinos, pues, qué piensas: ¿Es lícito o no pagar el tributo al César?” Conociendo Jesús la malicia de sus intenciones, les contestó: “Hipócritas, ¿por qué tratan de sorprenderme? Enséñenme la moneda del tributo”.
Ellos le presentaron una moneda.
Jesús les preguntó: “¿De quién es esta imagen y esta inscripción?” Le respondieron: “Del César”. Y Jesús concluyó: “Den, pues, al César lo que es del César, y a Dios lo que es de Dios”. Palabra del Señor.
Mensaje[1]
«¿Es lícito pagar tributo al César o no?», pregunta los fariseos a Jesús para sorprenderlo en su respuesta. Parece una pregunta que no tiene nada que ver con nuestra vida y con nuestro tiempo. En realidad el Evangelio siempre nos habla, incluso hoy. No es un libro del pasado, un libro que hay que desempolvar de vez en cuando o que hay que escuchar como una edificante historia antigua. El Evangelio es Dios que me habla a mí, a nosotros, hoy.
Jesús no habla como los sabios de este mundo que lo interpretan todo pero no nos dicen lo que nos cambia de verdad, es decir, «te amo» o «sígueme». Jesús esquiva la insidiosa emboscada pasando la cuestio del plano teológico (la legitimidad del pago de los tributos) al práctico.
Pide que le muestren una «moneda del tributo», la moneda de Roma de uso corriente en todo el Imperio. Jesús pregunta de quién es la imagen que hay grabada en la moneda. Le contestan: «Del César». Y Jesús: «Lo del César devolvédselo al César y qués es de Dios. el término «Imagen», que utiliza Jesús en referencia a la moneda, recuerda a la frase bíblica suya, a imagen de Dios lo creó» (Gn 1,27).
Todos los hombres, sin esclusión, tienen grabada la imagen de Dios en su persona. Es imborrable, porque es mas fuerte que nuestro pecado. Podemos atacarla, desfigurarla, pero jamás borrarla. En ese sentido, todo hombre posee una «santidad», no por mérito propio, sino por un don. Todo hombre es icono de Dios, está creado a su imagen.
Jesús quiere interpelar a aquellos que lo escuchan para que devuelvan a Dios lo que le pertenece: cada hombre y cada mujer. ¿Qué es, pues, de Dios? Es de Dios toda criatura humana. De hecho, toda la creación. De Dios es el soplo de la vida, que recibimos y que le damos a Él cada vez que amamos, y que le devolvemos el último día; de Dios es el amor que hace hermoso el rostro de cada persona y que continúa la fuerza creadora; de Dios es la amistad que une a los hombres, la caridad que él confía para que derrote el mal.El corazón, lo que es realmente más nuestro y más humano, es de Dios. devolverle a Dios lo que es de Dios significa reconocer que no somos amos de nosotros mismo ni de los demás. Por eso somos siempre y solo deudores: hemos recibido mucho, todo, y tenemos que devolverlo, multiplicado. Solo el amor no roba, no pierde, sino que se multiplica, se conserva, se regenera.
[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. pp. 369-370.