Dios me concedió la gracia del apostolado

Tiempo Ordinario

Lunes de la XXVIII semana

Textos

De la carta del apóstol san Pablo a los romanos (1, 1-7)

Yo, Pablo, siervo de Cristo Jesús, he sido llamado por Dios para ser apóstol y elegido por él para proclamar su Evangelio. Ese Evangelio, que, anunciado de antemano por los profetas en las Sagradas Escrituras, se refiere a su Hijo, Jesucristo, nuestro Señor, que nació, en cuanto a su condición de hombre, del linaje de David, y en cuanto a su condición de espíritu santificador, se manifestó con todo su poder como Hijo de Dios, a partir de su resurrección de entre los muertos.

Por medio de Jesucristo, Dios me concedió la gracia del apostolado, a fin de llevar a los pueblos paganos a la aceptación de la fe para gloria de su nombre. Entre ellos, se cuentan también ustedes, llamados a pertenecer a Cristo Jesús.

A todos ustedes, los que viven en Roma, a quienes Dios ama y ha llamado a la santidad, les deseo la gracia y la paz de Dios, nuestro Padre, y de Jesucristo, el Señor. Palabra de Dios.

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Mensaje[1]

La Carta a los romanos, cuya lectura empezamos, ocupa el primer lugar en el epistolario paulino, tanto por su longitud como por la importancia del tema que trata. Con ella, en efecto, el apóstol se dirige a la comunidad de Roma que no había fundado, pero cuya fe era «alabada en todo el mundo» para explicar qué significa la salvación, es decir, la «justicia» que salva, la que Dios concedió a los hombres mediante Jesucristo, cumpliendo así la promesa que hizo a Abrahán. 

En las palabras de saludo Pablo se presenta como «siervo» de Jesús; pertenece a él totalmente. Por eso precisamente fue «escogido» como «apóstol», es decir, alguien con una misión y una tarea particulares que el Señor mismo le ha confiado para la edificación de la Iglesia. Es la misión de comunicar el Evangelio «que había ya prometido por medio de sus profeta en las Escrituras Sagradas», cuya culminación es el Evangelio de Jesús, «constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su resurrección de entre los muertos».

El Señor mismo lo llamó para comunicar dicho Evangelio al gran mundo de los «gentiles», a los que pertenecen también los «que están en Roma». Por eso desea para todos la gracia y la paz es decir, los dones con los que Dios enriquece y protege la vida de sus hijos. Es la gracia de una vida rescatada de la muerte y enriqucida con hermanos y hermanas a los que debemos amar. Es la paz de una vida que alcanza su plenitud siguiendo a Jesús. todo creyente, siguiendo el ejemplo del apóstol, es «siervo de Jesús, apóstol por vocación».


[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. pp. 364-365.

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