Sus ángeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre

2 de Octubre

Santos Ángeles Custodios

Textos

 Del evangelio según san Mateo (18, 1-5. 10)

En cierta ocasión, los discípulos se acercaron a Jesús y le preguntaron: “¿Quién es más grande en el Reino de los cielos?” Jesús llamó a un niño, lo puso en medio de ellos y les dijo: “Yo les aseguro a ustedes que si no cambian y no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los cielos. Así pues, quien se haga pequeño como este niño, ése es el más grande en el Reino de los cielos. Y el que reciba a un niño como éste en mi nombre, me recibe a mí.

Cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, pues yo les digo que sus ángeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre, que está en el cielo”. Palabra del Señor.

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Mensaje[1]

Hoy, 2 de octubre, hacemos la memoria de los Ángeles Custodios, la enseñanza de Jesús nos acompaña: «cuidado con despreciar a uno de estos pequeños, pues yo les digo que sus ángeles, en el cielo, ven continuamente el rostro de mi Padre, que está en el cielo»

A propósito de la denominación “ángel”, y fiel al pensamiento bíblico, San Gregorio Magno enseña: “Hay que saber que el nombre ‘ángel’ designa la función, no el ser, del que lo lleva”. Y la función es ser “mensajero”, o sea, mediación de un Dios al que le gusta relacionarse. 

En el marco de la vivencia de las profundas relaciones entre Dios y su pueblo –en la Alianza- la Sagrada Escritura nos presenta “ángeles” de los cuales Yahvé se sirve para entrar en comunicación. De ellos Dios se sirve y al Él lo sirven. Todo como testimonio de que “Dios está con nosotros”, que no nos abandona, que se interesa continuamente por nosotros, haciendo de nuestra vida una historia de salvación en la cual –fuertemente comprometidos con la historia y responsables con su proyecto creador- caminamos en dirección de Él. 

Tal como nos lo recuerda la imagen del “Ángel de Yahvé” del libro del Éxodo (23,20), verdadero custodio del pueblo peregrino en el desierto rumbo a la tierra prometida, Dios es nuestro compañero en el camino, nos tiende la mano y sobre todo nos guía para que hagamos de nuestra existencia una dinámica de liberación pascual que haga posible la tierra de la fraternidad. 

Pero esta imagen primera del Ángel del éxodo evoluciona al interior de la Biblia dándonos una visión más amplia de las intervenciones de Dios. Para ello se apoya en el esquema de las antiguas realezas: así como un rey no aparece solo sino rodeado de una corte, igualmente Dios es representado circundado por una especie de consejo de ministros, a los cuales se les llaman “sus ángeles”, “sus mensajeros».

La presencia angelical indica, entonces, a Dios mismo que protege no sólo de los senderos pedregosos del desierto sino de todos los terrenos minados por el mal. La presencia de Dios siempre es liberadora.  

El camino pascual por el cual Jesús custodia nuestros pasos es el de la conversión. Y la conversión no es posible sin la docilidad de niño que –como esponja- aprende lo que se le ofrece. Este es el punto de partida de todo crecimiento espiritual. San Agustín prefirió llamarla “humildad” y la comparó a un árbol que sólo es capaz de crecer si tiene raíces profundas. Las raíces profundas del que crece en los caminos del Señor, haciendo el recorrido desde la niñez hasta la edad adulte, es esta capacidad de abandono humilde y confiado en Dios. Así como las raíces profundas de un niño son la confianza en su mamá y en su papá, así también con el Dios de la vida. 

La confianza en la providencia de un Dios Padre y la docilidad a su enseñanza que nos hace madurar, nos dan la fuerza para superar todas las dificultades de la vida y llegar victoriosos a la meta. Esta certeza que nos inculca Jesús nos da motivos para celebrar su amorosa y permanente compañía en sus santos ángeles.


[1] V. Paglia – Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día, 2018, 370-371.

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