Cristo Jesús vino a este mundo a salvar a los pecadores

Tiempo Ordinario

Sábado de la XXIII semana

Textos

De la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo (1, 15-17)

Hermano: Puedes fiarte de lo que voy a decirte y aceptarlo sin reservas: que Cristo Jesús vino a este mundo a salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero. Pero Cristo Jesús me perdonó, para que fuera yo el primero en quien él manifestara toda su generosidad y sirviera yo de ejemplo a los que habrían de creer en él, para obtener la vida eterna.

Al rey eterno, inmortal, invisible, único Dios, honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén. Palabra de Dios.

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Mensaje[1]

Después de dar gracias al Señor por la gran bondad y misericordia que mostró al llamarlo cuando era «un blasfemo, un perseguidor y un insolente», Pablo se pregunta cómo pudo elegirlo a él para servir al Evangelio. 

Y a su discípulo Timoteo le escribe que para él es un milagro. Pablo sabe que la única razón de su misión viene de las alturas: «Encontré misericordia». Sucede lo mismo con cada discípulo. Pablo, en cualquier caso, no justifica su vida pasada porque no conociera el Evangelio. 

Reconoce que se había dejado guiar por la fuerza ciega del mal que lleva siempre a la violencia injustificada e injustificable. Y por eso es aún mayor su agradecimiento a Dios por la gracia recbida de manera sobreabundante. Ahora el apóstol vive una nueva vida en comunión con Cristo, del que obtiene la fuerza de la fe y la urgencia de la caridad.

No olvida su vida pasada, de la que ya ha renegado, pero el recuerdo de su pasado se convierte en motivo de humildad y agradecimiento. Y se define como «el último de los apóstoles, indigno incluso de tal nombre, pues llegué a perseguir a la iglesia de Dios» (1Cor 15,9), «el menor de todos los santos» (Ef 3,8).

Ahora se ha convertido en ejemplo para los discípulos de todos los tiempos. El ejemplo de Pablo demuestra claramente que nadie está tan lejos de Dios como para no le pueda llegar la misericordia de Dios. 

La confesión de alabanza termina en una oración de acción de gracias: «Al Rey de lo siglos, al Dios inmortal, invisible y único, honor y gloria por los siglos de los siglos». ¿Cómo no rendir el mayor honor posible al Señor que muestra un amor tan grande por los pecadores?


[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. pp. 332-333.

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