Despójense del modo de actuar del viejo yo

Tiempo Ordinario

Miércoles de la XXIII semana

Textos

De la carta del apóstol san Pablo a los colosenses (3, 1-11)

Hermanos: Puesto que ustedes han resucitado con Cristo, busquen los bienes de arriba, donde está Cristo, sentado a la derecha de Dios. Pongan todo el corazón en los bienes del cielo, no en los de la tierra, porque han muerto y su vida está escondida con Cristo en Dios. Cuando se manifieste Cristo, vida de ustedes, entonces también ustedes se manifestarán gloriosos juntamente con él.

Den muerte, pues, a todo lo malo que hay en ustedes: la fornicación, la impureza, las pasiones desordenadas, los malos deseos y la avaricia, que es una forma de idolatría.

Esto es lo que atrae el castigo de Dios sobre aquellos que no lo obedecen. Todo esto lo hacían también ustedes en su vida anterior.

Pero ahora dejen a un lado todas estas cosas: la ira, el rencor, la maldad, las blasfemias y las palabras obscenas. No sigan engañándose unos a otros; despójense del modo de actuar del viejo yo y revístanse del nuevo yo, el que se va renovando conforme va adquiriendo el conocimiento de Dios, que lo creó a su propia imagen.

En este orden nuevo ya no hay distinción entre judíos y no judíos, israelitas y paganos, bárbaros y extranjeros, esclavos y libres; sino que Cristo es todo en todos. Palabra de Dios.

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Mensaje[1]

El discípulo, convertido en un «hombre nuevo», ya vive en el mundo que inaugura el Resucitado. Pero debe estar atento a no pensar que está a salvo de la trampas del pecado que, como dice el Génesis, está «acechando» a la puerta del corazón. Para ser una nueva criatura el discípulo debe tener comportamientos consecuentes.

Por eso Pablo recuerda a los colosenses la exigencia de hacer morir «todo lo terreno», es decir, los instintos que llevan a vivir para satisfacerse solo a uno mismo. Pablo enumera algunos, empezando por ciertos desórdenes sexuales y terminando con la codicia, calificada como una idolatría. 

La sed insaciable de poseer absorbe tanto las energías del hombre que llega incluso a someter su corazón. Ser discípulo comporta luchar contra el pecado y esforzarse en dominar los instintos. Es un auténtico combate para hacer disminuir el orgullo y que crezca la caridad. Esel camino para instaurar entre los miembros de la comunidad una verdadera comunión de amor.

Por eso el apóstol les recuerda a los colosenses su pasada conducta pagana para que comprendan la gracia que han recibido entrando a formar parte de la comunidad de los discípulos. 

En el hombre nuevo ya no hay división de cultura, de etnia, de condición social, como escribe a los gálatas: «Los que os habéis bautizado en Cristo os habéis revestido de Cristo: y no hay judío ni griego; ni esclavo ni libre; ni hombre ni mujer, ya que todos vosotros sois uno en Cristo Jesús» (Gal 3,27s). La unión con Cristo relativiza las diferencias porque lo que une es mucho más fuerte que lo que divide.


[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. pp. 329-330.

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