Tiempo ordinario
Miércoles de la XXII semana
Textos
De la carta del apóstol san Pablo a los colosenses (1, 1-8)
Yo, Pablo, apóstol de Jesucristo por voluntad de Dios, y Timoteo, nuestro hermano, les deseamos la gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, a ustedes, los hermanos santos y fieles en Cristo, que viven en Colosas.
En todo momento damos gracias a Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, y oramos por ustedes, pues hemos tenido noticia de su fe en Jesucristo y del amor que tienen a todos los hermanos.
A esto los anima la esperanza de lo que Dios les tiene reservado en el cielo. De esta esperanza oyeron hablar cuando se les predicó el Evangelio de la verdad, que está dando fruto creciente en todo el mundo, igual que entre ustedes, desde el día en que lo escucharon y tuvieron conocimiento verdadero del don gratuito de Dios. Así lo aprendieron de Epafras, que ha trabajado con ustedes y que es un fiel servidor de Jesucristo; él fue quien nos informó acerca del amor que el Espíritu Santo ha encendido en ustedes. Palabra de Dios.
Mensaje[1]
En la carta a los colosences que escribe mientras está preso, Pablo da gracias a Dios «sin cesar» por la fe de los cristianos de Colosas. Ha oído hablar de la vitalidad de la comunidad y sintetiza su vida alrededor de los tres pilares que la sostienen: la fe, la caridad y la esperanza.
El primero es la «fe en Cristo Jesús», es decir, a coger a Jesús como el verdadero Bien y el único Señor y Salvador. El Segundo es la caridad, es decir, el amor que el discípulo recibe de Cristo y que le hace considerar a los demás como hermanos, como miembros de la única familia de Dios, eliminando así cualquier límite al amor evangélico para que sea fermento de unidad en el mundo entero.
El tercero es la esperanza que, para el apóstol, es el culmen de la unidad de todos. dicha meta final, ya presente en el resucitado, es lo que sostiene la fe y lo que ayuda a mantener vivo el amor fraterno. El creyente, que mediante el bautismo es sumergido en el misterio de Cristo muerto y resucitado, vive ya «con Cristo».
Se encuentra, pues, desde ahora allí donde está el Resucitado, aunque todavía debe esperar su manifestación plena. La semilla ya contiene todo su fruto futuro y espera su plena realización, y sucede lo mismo con el cristiano que recibe el bautismo.
Pablo, citando en el agradecimiento inicial los tres pilares que dan forma a la vida cristiana, deja entrever su preocupación por una comunidad que corre el peligro de contaminarse de falsas seguridades. Con la carta quiere recordarles qué es lo fundamentel de la fe: la relación personal con Cristo y la comunión entre los hermanos.
Pablo y Timoteo saben por Epafras, iniciador de la comunidad Colosas, que la obra del Espíritu Santo (es la única vez que se menciona en la Carta) está viva en el corazón de cada uno. Es realmente una comunidad que goza de buena salud, es decir una Iglesia que continúa escuchando el Evangelio y poniéndolo en práctica.
En ese sentido, el lazo que tienen con Epafras les une también con Pablo y Timoteo, haciendo así realidad aquella fraternidad eclesial que es la fuerza que cambia el mundo.
[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. p. 322.