Tiempo Ordinario
Martes de la XXII semana
Textos
De la primera carta del apóstol san Pablo a los tesalonicenses (5, 1-6. 9-11)
Hermanos: Por lo que se refiere al tiempo y a las circunstancias de la venida del Señor, no necesitan que les escribamos nada, puesto que ustedes saben perfectamente que el día del Señor llegará como un ladrón en la noche. Cuando la gente esté diciendo: “¡Qué paz y qué seguridad tenemos!”, de repente vendrá sobre ellos la catástrofe, como de repente le vienen a la mujer encinta los dolores del parto, y no podrán escapar. Pero a ustedes, hermanos, ese día no los tomará por sorpresa, como un ladrón, porque ustedes no viven en tinieblas, sino que son hijos de la luz y del día, no de la noche y las tinieblas.
Por tanto, no vivamos dormidos, como los malos; antes bien, mantengámonos despiertos y vivamos sobriamente. Porque Dios no nos ha destinado al castigo eterno, sino a obtener la salvación por medio de nuestro Señor Jesucristo. Porque él murió por nosotros para que, cuando él vuelva, ya sea que estemos vivos o hayamos muerto, vivamos siempre con él.
Por eso anímense mutuamente y ayúdense unos a otros a seguir progresando, como de hecho ya lo hacen. Palabra de Dios.
Mensaje[1]
Pablo quiere prevenir a los tesalonicenses del ansia de conocer y calcular el día y la hora de la venida de Jesús. Él «ha de venir como un ladrón en la noche». Además, el mismo Jesús había advertido los discípulos: «Si el dueño de casa supiese a qué hora iba a venir el ladrón, no dejaría que le horadasen su casa» (Lc 12, 39).
El ladrón, por desgracia, llega siempre de manera inesperada. Lo mismo ocurrirá con la venida de Cristo. La única certeza que tenemos sobre el último día es que vendrá improvisada e inesperadamente. Por eso hay que velar «toda la noche».
Para los que viven sin pensar en ello, en «paz y seguridad», el día del Señor vendrá de repente y caerá sobre ellos la ruina, un gran desastre del que no podrá escapar. A muchos les pasará como a aquel rico necio que se dijo a sí mismo: «Alma, tienes muchos bienes en reserva para muchos años. Descansa, come, bebe, banquetea» (cf. Lc 12, 16-20).
El apóstol nos pide que estemos siempre en vela y vigilando, es decir, que seamos «hijos de la luz», «hijos del día», como los que viven en la luz de la Palabra de Dios y en la claridad del amor. Quien no escucha la Palabra vive «en la oscuridad» y se comporta como «los que duermen».
El hombre del día es sobrio, no se deja superar por sus preocupaciones y se muestra siempre dispuesto a librar la buena lucha de la fe para derrotar al mal y para que el bien prevalezca. Sabe utilizar las armas adecuadas: las más importantes son la fe, el amor y la esperanza.
Son armas de Dios que garantizan la victoria; de hecho, esta forma parte de ellas indefectiblemente si el creyente las lleva y las utiliza. El Señor ya ha reunido a los creyentes en su comunidad y los ha destinado a la salvación.
[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. pp. 321-322.