Subió al poder en Egipto un nuevo faraón, que no había conocido a José

Tiempo ordinario

Lunes de la XV semana

Textos

Del libro del Exodo (1, 8-14.22)

En aquel tiempo, subió al poder en Egipto un nuevo faraón, que no había conocido a José, y le dijo a su pueblo: “Los hijos de Israel forman un pueblo más numeroso y fuerte que nosotros.

Tomemos precauciones contra ellos para que no sigan multiplicándose, no sea que, en caso de guerra, se unan a nuestros enemigos, para luchar contra nosotros y se escapen del país”.

Les pusieron, pues, capataces a los israelitas para que los oprimieran con trabajos pesados; y así construyeron para el faraón las ciudades de Pitom y Ramsés, como lugares de almacenamiento. Pero mientras más los oprimían, más crecían y se multiplicaban.

Los egipcios llegaron a temer a los hijos de Israel y los redujeron a una cruel esclavitud; les hicieron pesada la vida, sometiéndolos a rudos trabajos de albañilería y a toda clase de tareas serviles en el campo.

Además, el faraón dio esta orden a su pueblo: “Echen al río a todos los niños que les nazcan a los hebreos; pero si son niñas, déjenlas vivir”. Palabra de Dios.

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Mensaje[1]

El inicio del libro del Éxodo interrumpe la historia de los Patriarcas y abre la historia del pueblo de Israel. Ya no es José, el hijo de Jacob, quien guía a Egipto. Ahora es el faraón, que teme que aumente el número de los hijos de Israel. 

Para él, un grupo étnico tan numeroso y en absoluto integrado es peligroso para la convivencia pacífica de su reino. Por eso decide someterlo a su autoridad. Las medidas que toma el faraón son duras. 

La primera es la de someter a los judíos a trabajos forzados -una verdadera forma de esclavitud- para construir dos ciudades nuevas, Pitom Y Ramasés. Pero a pesar de la dureza y la crueldad aplicadas, el faraón no ve los resultados que preveía. El texto, con ironía, apunta: «Pero cuanto más lo oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían, de modo que los egipcios llegaron a temer a los israelitas».

El faraón tomó entonces una medida aún más drástica: «Arrojen al Nilo a todo niño recién nacido, pero dejen con vida a las niñas». Quería eliminar al pueblo de Israel. Sabemos que dos mujeres, que «temían a Dios», como dice a menudo la Escritura (Prov 1,7), fueron instrumento de salvación para el pueblo de Israel.

Es evidente que el Señor, u solo él, estaba guiando la historia de su pueblo. Aquellas mujeres, que además eran egipcias, salvaron de las aguas del Nilo a Moisés, el liberador. También nosotros, débiles como aquellas dos mujeres, si dejamos que el temor del Señor nos guíe, podemos ser principio de vida para los demás. Dios bendice y hace fecunda la vida de aquellos que, sintiendo su temor, sirven a los pobres y a los débiles. 


[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. pp. 267-268.

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