Tiempo ordinario
Miércoles de la XI semana
Textos
De la segunda carta del apóstol san Pablo a los corintios (9, 6-11)
Hermanos: Recuerden que el que poco siembra, cosecha poco, y el que mucho siembra, cosecha mucho. Cada cual dé lo que su corazón le diga y no de mala gana ni por compromiso, pues Dios ama al que da con alegría. Y poderoso es Dios para colmarlos de toda clase de favores, a fin de que, teniendo siempre todo lo necesario, puedan participar generosamente en toda obra buena. Como dice la Escritura: Repartió a manos llenas a los pobres; su justicia permanece eternamente.
Dios, que proporciona la semilla al sembrador y le da pan para comer, les proporcionará a ustedes una cosecha abundante y multiplicará los frutos de su justicia. Serán ustedes ricos en todo para ser generosos en todo; y su generosidad, por medio de nosotros, se convertirá ante Dios en su acción de gracias. Palabra de Dios.
Mensaje[1]
Ya el Deuteronomio, a propósito del hermano necesitado, enseñaba: le has de dar lo que necesite «y no se entristecerá tu corazón por ello» (15, 10). Y el salmista que Pablo cita afirma: «Repartió; dio a los pobres; su justicia permanece eternamente». Dar generosamente y con alegría, práctica típica de la solidaridad cristiana, salva al corazón de la esclavitud de poseer y lo hace más similar al de Jesús que «no codició el ser igual a Dios, sino que se despojó de sí mismo» (Flp 2, 6-7), como escribiría Pablo a los filipenses.
La generosidad enriquece a quien da y dirige hacia él la gracia de Dios y la oración de aquellos que reciben. Es una idea generalizada entre los Padres de la Iglesia que los pobres serán nuestros intercesores ante Dios.
La limosna que echamos en sus manos será para nosotros un tesoro en el cielo. En efecto, lo que damos a los pobres llega al cielo, a las manos de Dios. Por eso el apóstol sugiere que la colecta es un servicio sagrado que se hace al mismo Dios.
No se trata de un simple acto de solidaridad y de compartir, sino de la respuesta a la gracia de Dios, de quien lo hemos recibido todo. Jesús había dicho: «Dad y se os dará; una medida buena, apretada, remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos. Porque con la medida con que midáis se os medirá» (Lc 6, 38).
[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023. Edición en español. pp. 241-243.