Lunes después de Pentecostés
Santa María Virgen, Madre de la Iglesia
Textos
† Lectura del santo Evangelio según San Juan: 19, 25-34
En aquel tiempo, junto a la cruz de Jesús estaban su madre, la hermana de su madre, María la de Cleofás, y María Magdalena. Al ver a su madre y junto a ella al discípulo que tanto quería, Jesús dijo a su madre:
«Mujer, ahí está tu hijo».
Luego dijo al discípulo:
«Ahí está tu madre».
Y desde aquella hora el discípulo se la llevó a vivir con él.
Después de esto, sabiendo Jesús que todo había llegado a su término, para que se cumpliera la Escritura, dijo:
«Tengo sed».
Había allí un jarro lleno de vinagre. Los soldados sujetaron una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo y se la acercaron a la boca. Jesús, probó el vinagre y dijo:
«Todo está cumplido».
E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.
Entonces los judíos, como era el día de la Preparación de la Pascua, para que los cuerpos de los ajusticiados no se quedaran en la cruz el sábado, porque aquel sábado era un día muy solemne, pidieron a Pilato que les quebraran las piernas y los quitaran de la cruz.
Fueron los soldados, le quebraron las piernas a uno y luego al otro de los que habían sido crucificados con él. Pero al llegar a Jesús, viendo que ya había muerto, no le quebraron las piernas, sino que uno de los soldados, le traspasó el costado con una lanza, e inmediaamente salió sangre y agua. Palabra del Señor.
Fondo Musical: P. Martin Alejandro Arceo Álvarez
Mensaje[1]
Tras haber celebrado la gran fiesta de Pentecostés, que fue el inicio de la Iglesia en el mundo, la liturgia nos invita a contemplar a María con el título de madre de la Iglesia.
Podríamos decir que su maternidad se ve ya claramente a los pies de la cruz, cuando el mismo Jesús le dice: «Mujer, ahí tienes a tu hijo», y al discípulo: «Ahí tienes a tu madre».
Estas palabras de Jesús hablan a nuestra vida, a cada uno de nosotros, que fácilmente intentamos ponernos a salvo, evitar los problemas, alejar el sufrimiento y no hacemos nada frente al mal.
María tal vez aquel día comprendió la verdad de las palabras que Simeón le había dicho: «A ti misma una espada de atravesará el alma» (Lc 2, 35), del mismo modo que la lanza atravesó el costado de Jesús. Se podría decir que allí donde se forma una comunidad de discípulos a los pies de la cruz, signo de todo sufrimiento humano, allí está la Iglesia.
Tenemos que estar al lado de todos los calvarios del mundo, al lado de todos los crucifijos para recibir el consuelo de encontrar una madre y un hijo, para tener hermanos y hermanas, que no nos abandonan ni nos dejan solos. «Desde aquella hora –dice el Evangelio– el discípulo la acogió en su casa».
Acoger en casa, en el corazón, a la madre de Jesús significa estar con ella a los pies de las cruces del mundo como un signo de esperanza y de inicio de una vida nueva, de una nueva familia que se forma. El icono de la crucifixión, con María y Juan a los pies de la criz, es el modelo de la Iglesia, de toda comunidad cristiana.
[1] Paglia, Vincenzo. La Palabra de Dios cada día – 2023 p. 220.