El mundo me ha odiado a mi antes que a ustedes

Pascua

Sábado de la V semana

Textos

† Del evangelio según san Juan (15, 18-21)

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: “Si el mundo los odia, sepan que me ha odiado a mí antes que a ustedes. Si fueran del mundo, el mundo los amaría como cosa suya; pero el mundo los odia porque no son del mundo, pues al elegirlos, yo los he separado del mundo.

Acuérdense de lo que les dije: ‘El siervo no es superior a su señor’. Si a mí me han perseguido, también a ustedes los perseguirán, y el caso que han hecho de mis palabras lo harán de las de ustedes. Todo esto se lo van a hacer por mi causa, pues no conocen a aquel que me envió”. Palabra del Señor.

Fondo Musical: P. Martin Alejandro Arceo Álvarez

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Mensaje[1]

La perícopa contiene una advertencia de Jesús dirigida a sus discípulos sobre el odio y el rechazo del mundo que tendrán enfrente. Si la nota distintiva de la comunidad cristiana es el amor, ahora el Maestro presenta a los suyos lo que caracteriza al mundo que les rechaza: el odio. El Señor advierte y explica ese odio del mundo y emite un juicio sobre el mismo.

El odio del mundo hacia la comunidad cristiana es consecuencia lógica de una opción de vida: los seguidores del Evangelio no pertenecen al mundo, y éste no puede aceptar a quien se opone a sus principios y opciones. Los creyentes, en virtud de su opción de vida a favor de Cristo, son considerados como extraños y enemigos. Su vida es una continua acusación contra las obras perversas del mundo y un reproche elocuente contra los malvados. Por eso es odiado y rechazado el hombre de fe. Pero ¿cómo se manifiesta el odio del mundo contra los discípulos? Mediante las persecuciones que han de padecer los creyentes por el nombre de Cristo. No son en verdad estas pruebas las que deben desanimar a los discípulos ni en su camino de fe ni en su misión de evangelización. También su Señor experimentó la incomprensión y el rechazo hasta la muerte. Es más, la persecución y el sufrimiento son una de las condiciones de la gloria que toda la comunidad cristiana debe compartir con su Salvador. La suerte de los discípulos es idéntica a la de Cristo: si éste ha sido perseguido, también lo serán sus discípulos; si éste fue escuchado, también lo serán los suyos.


[1] G. Zevini – P.G. Cabra – M. Montes, Lectio divina para cada día del año., IV, 316-317.

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