El Padre ama a su Hijo y todo lo ha puesto en sus manos

Pascua

Jueves de la II semana

Textos

† Del evangelio según san Juan (3, 31-36)

El que viene de lo alto está por encima de todos; pero el que viene de la tierra pertenece a la tierra y habla de las cosas de la tierra. El que viene del cielo está por encima de todos. Da testimonio de lo que ha visto y oído, pero nadie acepta su testimonio. El que acepta su testimonio certifica que Dios es veraz. Aquel a quien Dios envió habla las palabras de Dios, porque Dios le ha concedido sin medida su Espíritu.

El Padre ama a su Hijo y todo lo ha puesto en sus manos. El que cree en el Hijo tiene vida eterna. Pero el que es rebelde al Hijo no verá la vida, porque la cólera divina perdura en contra de él”. Palabra del Señor.

Fondo Musical: P. Martin Alejandro Arceo Álvarez

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Mensaje[1]

Este pasaje evangélico vuelve a proponer la centralidad de la fe en Jesús para el creyente. De aquí la invitación a alzar la mirada de las cosas de la tierra, de las costumbres arraigadas, de las convicciones previsibles, incluso religiosas, para poder contemplar a Jesús. 

El evangelista nos anima a dirigir la mirada hacia Jesús: él «viene de lo alto, del cielo» y «está por encima de todos». Jesús es la verdadera esperanza para nosotros y para el mundo. Ha bajado del cielo para estar junto a nosotros y comunicamos la vida que vive de modo único con el Padre del cielo. Jesús ha venido a la tierra para revelar el misterio mismo de Dios que de otro modo habría permanecido impenetrable. Por ello, él no ha venido para afirmarse a sí mismo ni para presentar proyectos personales por realizar, como en general sucede para cada uno de nosotros. Jesús ha bajado del cielo para comunicar a los hombres «las palabras de Dios» y para dar «el Espíritu sin medida».

De esta convicción es de donde vienen el honor y la devoción que debemos tener por las Escrituras: estas contienen «las palabras de Dios». Cada día se nos llama a escucharlas Y a meditarlas hasta hacerlas nuestras. La Biblia es para nosotros no un libro cualquiera, sino el cofre que contiene los pensamientos mismos de Dios. Por esto debemos abrirlo, saborearlo página tras página dejándonos guiar por el «Espíritu» que se nos ha dado «sin medida» también para esto. 

No es posible entender el sentido profundo de las Escrituras sin la ayuda del Espíritu. Este se nos ha dado abundantemente, «sin medida» para que nos dejemos conducir en la escucha y en la interpretación de las Escrituras. Más allá del significado literal de las palabras bíblicas hay uno más profundo, espiritual, que nos ayuda a unir las palabras de la Biblia y lo que estamos viviendo. 

La vinculación entre la Biblia y la historia, entre las palabras bíblicas que escuchamos y nuestra vida en lo concreto de la existencia es obra del Espíritu. Por esto la escucha ele las Escrituras se realiza en un clima de oración: necesitamos el Espíritu de Dios para comprender la Palabra de Dios. La escucha continuada de las Escrituras, en un clima de oración, lleva nuestros corazones a cambiar, a convertirse en instrumentos en las manos de Dios para hacer que nuestro mundo se impregne más del amor del Señor. El evangelista escribe: «El Padre ama al Hijo y ha puesto todo en su mano». Es la fuerza para cambiar el mundo, para derrotar al mal y hacer crecer el bien, que el Señor ha vivido en primer lugar y que concede también a quienes creen en él.


[1] V. Paglia – Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día, 2018, 172-173.

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