Inicia tu meditación escuchando este canto. Repítelo en tu corazón
Cristo Jesús – Taizé
Textos bíblicos
Primera Lectura: Isaías 52, 13-53, 12
Salmo 30
Segunda Lectura: Hebreos 4, 14-16; 5, 7-9
Evangelio: Juan 18, 1 – 19, 42: “Inclinando la cabeza, entrego el espíritu”
Reflexión
La pasión según San Juan comienza precisamente en el Huerto de los Olivos, y las palabras que Jesús dirige a los guardias expresan bien su decisión de no perder a ninguno. Cuando llegan los guardias es Jesús quien va a su encuentro: «¿A quién buscan?». A su respuesta: «A Jesús el Nazareno», contesta: «Así que si me buscan a mí, dejen marchar a estos». No quiere que los suyos sean golpeados; al contrario, quiere salvarlos, preservarlos de todo mal.
También nosotros estamos entre los que el Padre ha confiado a sus manos. Él ha tomado sobre sí nuestro pecado, nuestras cruces, para que todos fuéramos liberados. En el corazón de la liturgia del Viernes Santo la cruz entra solemnemente, todos se arrodillan y la besan. La cruz ya no es una maldición, sino Evangelio, fuente de una vida nueva: «Se entregó por nosotros a fin de rescatarnos de toda iniquidad y purificar para sí un pueblo que fuese suyo» (Tit 2, 14), escribe el apóstol Pablo.
Con la cruz hemos sido liberados de la esclavitud de nuestro yo, para extender las manos y el corazón hasta los confines de la tierra. No es casualidad que la liturgia del Viernes Santo esté marcada de modo muy particular por una larga oración universal; es como alargar los brazos de la cruz hasta los confines de la tierra para hacer sentir a todos el calor y la ternura del amor de Dios que todo lo supera, todo lo cubre, todo lo perdona, todo lo salva.
Revisa tu vida:
¿Qué significa para ti la cruz de Cristo?
¿es un amuleto? ¿es sólo un adorno?
¿es el signo que expresa el amor, la entrega de ti mismo es lo que da sentido a tu vida?
Propósito:
Reza y medita el Viacrucis
Jaculatoria:
Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu
Concluye tu meditación escuchando y apropiándote este canto:
Nada te turbe – Taizé