Si no escuchan… no harán caso, ni aunque resucite un muerto

Cuaresma

Jueves de la semana II

Textos

† Del evangelio según san Lucas (16, 19-31)

En aquel tiempo, Jesús dijo a los fariseos: “Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y telas finas y banqueteaba espléndidamente cada día.

Y un mendigo, llamado Lázaro, yacía a la entrada de su casa, cubierto de llagas y ansiando llenarse con las sobras que caían de la mesa del rico.

Y hasta los perros se acercaban a lamerle las llagas.

Sucedió, pues, que murió el mendigo y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham.

Murió también el rico y lo enterraron. Estaba éste en el lugar de castigo, en medio de tormentos, cuando levantó los ojos y vio a lo lejos a Abraham y a Lázaro junto a él.

Entonces gritó: ‘Padre Abraham, ten piedad de mí.

Manda a Lázaro que moje en agua la punta de su dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas’.

Pero Abraham le contestó: ‘Hijo, recuerda que en tu vida recibiste bienes y Lázaro, en cambio, males. Por eso él goza ahora de consuelo, mientras que tú sufres tormentos. Además, entre ustedes y nosotros se abre un abismo inmenso, que nadie puede cruzar, ni hacia allá ni hacia acá’.

El rico insistió: ‘Te ruego, entonces, padre Abraham, que mandes a Lázaro a mi casa, pues me quedan allá cinco hermanos, para que les advierta y no acaben también ellos en este lugar de tormentos’.

Abraham le dijo: ‘Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen’. Pero el rico replicó: ‘No, padre Abraham.

Si un muerto va a decírselo, entonces sí se arrepentirán’.

Abraham repuso: ‘Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso, ni aunque resucite un muerto’ ”. Palabra del Señor.

Fondo Musical: P. Martin Alejandro Arceo Álvarez

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Mensaje[1]

“Sólo cuando las dificultades de nuestros hermanos nos interpelan, podemos iniciar nuestro camino de conversión hacia la Pascua. Es un itinerario que comprende la cruz y la renuncia.” Esta frase del Papa Francisco puede iluminar nuestra reflexión.

Estamos transitando el tiempo de Cuaresma, en el que la Iglesia nos propone intensificar el camino de la propia conversión y nos indica los medios de este itinerario espiritual: la oración, el ayuno y la limosna, para ir muriendo al hombre viejo, al pecado y todo lo que nos aparta de Dios, y revestirnos de Jesucristo.

Las dos lecturas de la Palabra de Dios en este día nos hablan de los dos caminos que podemos elegir en la vida: confiar en Dios o confiar en el hombre y en los bienes terrenales.

La confianza en el Señor, según el profeta Jeremías, nos lleva a la felicidad (será “bendito” dice el texto), pues Dios no defrauda al que se fía de Él, y lo compara con la imagen de un árbol frondoso, plantado junto a la corriente, que no deja de dar fruto. En cambio, aquel que busca su seguridad en el hombre, apartándose de Dios y de su voluntad, será como un cardo del desierto que no verá el bien; Jeremías lo llama “maldito”.

También el pasaje evangélico nos muestra dos caminos:

• El elegido por el rico Epulón, que ponía su confianza en los bienes de esta tierra, pues se ocupaba solamente de vestir y comer con opulencia y tenía una gran indiferencia por quien, a su puerta, pasaba necesidad ;
• y el camino del mendigo Lázaro, que ponía su confianza en el Señor. El final de la parábola evangélica nos muestra cómo su fe no queda defraudada por Dios, que lo lleva a gozar del Paraíso. 
En cambio, el egoísmo del rico lo hunde en el fracaso y la tristeza; el Evangelio dice: “lo enterraron” y lo muestra sufriendo en el infierno.

Pidamos al Señor que nos conceda vivir este tiempo de gracia, como nos decía el Papa Francisco, dejándonos interpelar por las dificultades de nuestros hermanos, sin dejarnos arrastrar por la indiferencia del mundo contemporáneo.


[1] Monjas Dominicas Contemplativas del Monasterio de la Santísima Trinidad y Sta. Lucía en Orihuela. Evangelio del Día. Jueves 25 de febrero de 2016 en www.dominicos.org/predicación

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