Inicia tu meditación escuchando este canto. Repítelo en tu corazón
Textos bíblicos
Primera Lectura: Daniel 9, 4-10
Salmo 78
Evangelio: Lucas 6, 36-38: Perdonen y serán perdonados
Reflexión
Ser compasivo como Dios significa tener un corazón, una atención, un amor como los suyos. Y aunque para nosotros es imposible, es lo que el mundo necesita. La misericordia es una fuerza que cambia los corazones y la historia, como la cambió Jesús, que pasaba por los pueblos y las ciudades de su tiempo lleno de misericordia, llevando la alegría y la curación.
De la misericordia evangélica brota también el mandato de perdonar y no juzgar. Quien cree poder juzgarlo todo será a su vez juzgado. Es una exhortación oportuna. Juzgar se entiende en el sentido de condenar a alguien, de arrinconarlo e impedirle cambiar. Otra cosa muy distinta es condenar el error: nunca se debe «condenar», es decir, identificar el pecado con el pecador. En general quien condena lo hace únicamente con los demás, nunca a sí mismo.
Tenemos una gran habilidad para ver la paja en el ojo ajeno, y no ver la viga en el nuestro. Dios continúa derramando su misericordia sobre nosotros de forma excesiva, hasta hacerla rebosar.
Revisa tu vida:
¿Cómo te acercas a las personas: desde sus necesidades o desde las tuyas? ¿Cómo te ubicas ante los errores de los que viven cerca de ti: juzgándolos o de manera compasiva?
Propósito:
Piensa en las personas que has criticado. Has el ejercicio de buscar en ellas algunas cualidades; no te quedes sólo con sus defectos.
Jaculatoria:
No nos trates, Señor, como merecen nuestros pecados