No son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos

Cuaresma

Sábado después de ceniza

Texto

† Del evangelio según san Lucas (5, 27-32)

En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano, llamado Leví (Mateo), sentado en su despacho de recaudador de impuestos, y le dijo: “Sígueme”.

El, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.

Leví ofreció en su casa un gran banquete en honor de Jesús, y estaban a la mesa, con ellos, un gran número de publicanos y otras personas. Los fariseos y los escribas criticaban por eso a los discípulos, diciéndoles: “¿Por qué comen y beben con publicanos y pecadores?” Jesús les respondió: “No son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan”. Palabra del Señor.

Fondo Musical: P. Martin Alejandro Arceo Álvarez

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Mensaje

El evangelio de hoy, sábado después de Ceniza, nos presenta a Jesús en camino, sin descanso, como Buen Pastor, buscando a las ovejas de Israel que se han perdido, que están enfermas o que están expuestas a los depredadores.

La mirada es la expresión del corazón. Jesús al ver a Leví, lo mira con predilección. El Señor nunca discrimina ni rechaza al pecador, la única condición es que se reconozca como tal. Leví se reconoce pecador; Jesús, no sólo lo busca, además lo acoge así como es, y también lo elige, llamándolo a vivir con él y a colaborar en su misión. “Sígueme”, es la palabra creadora que transforma al pecador en discípulo.

Por su parte, Leví, “dejándolo todo se levantó y lo siguió”; respondió sin condiciones, con radicalidad y de inmediato. Abandonando todo, Leví manifiesta su cambio interior y su total entrega a Jesús. “Se levantó y lo siguió”. La decisión es radical, pero imprescindible; deja su vida de pecado que lo ha tenido sentado e inmóvil. 

Finalmente, “Leví le ofreció en casa un gran banquete”. Sintiéndose amado, acogido, perdonado y elegido por Jesús, Leví se ha encontrado a sí mismo y con generosidad desbordante ofrece al Señor una gran banquete en su casa al que invita a sus amigos.

Los fariseos están lejos de comprender la infinita gratuidad del amor de Dios, que viene a nuestro encuentro ofreciéndonos su vida; se irritan y cuestionan el comportamiento de Jesús y sus discípulos. Jesús les responde decididamente: “No son los sanos los que necesitan al médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan”.

En nuestros oídos resuena la voz de Jesús que dice: “He venido a…”. Esta es la acción que Jesús continúa realizando con nosotros. Jesús sigue viniendo y nos llama a la conversión, no a aquellos que se autojustifican, sino a los que se reconocen pecadores.

Los pecadores que asisten a la fiesta que ofreció Leví, nos recuerdan, la urgencia de volvernos al Señor y de seguirlo cada día, escuchando su Palabra. Necesitamos este tiempo de gracia, sin posponer el tiempo de conversión.

La Cuaresma es el tiempo favorable en el cual podemos reconocer nuestro pecado y abrirnos a la misericordia de Dios que nos espera para hacernos participar en el banquete de la Vida. La llamada de Dios es gratuita, pero exige de nosotros una respuesta, un cambio de vida, como el de Leví que lo abandona todo, que se entrega totalmente  y comparte con sus amigos la misericordia de la cual ha sido colmado.

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