Este es el pan que ha bajado del cielo

Pascua

Jueves III de Pascua

En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Nadie puede venir a mí, si no lo atrae el Padre, que me ha enviado; y a ése yo lo resucitaré el último día.

Está escrito en los profetas: Todos serán discípulos de Dios.

Todo aquel que escucha al Padre y aprende de él, se acerca a mí.

No es que alguien haya visto al Padre, fuera de aquel que procede de Dios. Ese sí ha visto al Padre.

Yo les aseguro: el que cree en mí, tiene vida eterna. Yo soy el pan de la vida.

Sus padres comieron el maná en el desierto y sin embargo, murieron. Este es el pan que ha bajado del cielo para que, quien lo coma, no muera.

Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo; el que coma de este pan vivirá para siempre, y el pan que yo les voy a dar es mi carne para que el mundo tenga vida”. Palabra del Señor.

Descargar los textos en PDF

Continuamos meditando el discurso del Pan de Vida. En el pasaje de este día, Jesús utiliza imágenes accesibles a todos, pues forman parte de la vida diaria, son imágenes fuertes para expresar lo que sucede en el encuentro vivo con Él.   

En Jesús la vida encuentra una nueva satisfacción porque Él es la respuesta a nuestras búsquedas más profundas. El hambre termina cuando conocemos a Jesús y, por medio de él, a Dios. En Él, el corazón inquieto encuentra su reposo, el corazón hambriento se halla colmado en sus más profundos deseos. La vida deja de ser un mero “subsistir”, un mero “vegetar”, o un campo de batalla indeseable donde nos derrotan las soledades y las frustraciones, para convertirse en una aventura llena a la vez de emoción y de paz.

La frase sobre el hambre y la sed que se sacian definitivamente, nos muestra además que cada momento de nuestra vida tiene un toque eternidad; cada instante de nuestra existencia es verdaderamente vida si está lleno de Dios.

 El evangelio ha dejado claro que la comunión con Dios sólo es posible por medio de Jesús y por eso Él es “pan” imprescindible para la vida en Dios. Sin Él nunca habría sido posible participar de la vida divina, por ello, es necesario entrar en relación con Jesús, pero no cualquier tipo de relación.  

“Venir” a Jesús es lo mismo que “creer” en Él. Con estos términos se describe la fe como una dinámica relacional, como un acudir a Él mediante sucesivos acercamientos. A Jesús lo vemos cara a cara en la Sagrada Escritura, en la Eucaristía, en los hermanos -especialmente en los pobres y en los que sufren-, pero “creer” es más que verlo: hay que acercarse a él, hay que dar el paso de la fe, esto es, hacerlo amigo, conocerlo, crecer en una relación de intimidad con él.  

La dinámica de la fe es similar a la de la búsqueda del alimento. Cuando tenemos hambre nos movemos en busca de algo para comer, lo mismo hacemos cuando tenemos sed. Quien tiene fe, se pone en movimiento para acercarse a Jesús; no se le debe mirar a distancia, hay que aproximarse a Él, es accesible y podemos tratarlo como a un amigo.

Entonces, nuestra vida se fundamenta en Él, nuestro ser arranca y crece en un impulso de libertad, y nos sentimos a gusto con Dios y con la vida. La vida que Jesús ofrece es directamente proporcional a esta relación. Los horizontes del corazón se abren en la medida en que se ahonda la intimidad con el Señor.

Quien vive en comunión con Jesús se realiza y se abre a una vida duradera y feliz. Quien se nutre de Jesús -que es el pan de la vida- no morirá. Quien en la fe, interioriza su Palabra y asimila su vida, vivirá para siempre.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *