Así darán testimonio de mí

San Esteban

En aquel tiempo, Jesús dijo a sus apóstoles: “Cuídense de la gente, porque los llevarán a los tribunales, los azotarán en las sinagogas, los llevarán ante gobernadores y reyes por mi causa; así darán testimonio de mí ante ellos y ante los paganos. Pero, cuando los injurien, no se preocupen por lo que van a decir o por la forma de decirlo, porque, en ese momento se les inspirará lo que han de decir. Pues no serán ustedes los que hablen, sino el Espíritu de su Padre el que hablará por ustedes.

El hermano entregará a su hermano a la muerte, y el padre, a su hijo; los hijos se levantarán contra sus padres y los matarán; todos los odiarán a ustedes por mi causa, pero el que persevere hasta el fin se salvará”. Palabra del Señor. 

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Acabamos de celebrar el santo misterio del nacimiento de Jesús. La liturgia nos hace contemplar hoy el nacimiento al cielo del primer mártir cristiano, Esteban. Él es el primer fruto maduro de la predicación del Evangelio del amor, aquel amor que empujó a Dios mismo a enviar a su Hijo sobre la tierra y a poner su tienda entre nosotros. 

En estos días, a partir de hoy, a través de la memoria de diferentes testigos, la Iglesia nos muestra cuál es el fin de la encamación del Hijo de Dios: llevar a los hombres al cielo de su amor un amor gratuito que no conoce límites. 

El pasaje evangélico que la Liturgia propone forma parte del discurso misionero de Jesús a los Doce: «Miren que yo los envío como ovejas en medio de lobos». Esta palabra es la que da razón de la misión misma de Esteban, como de la de los testigos de todo tiempo. Los discípulos comprendieron inmediatamente las palabras del Maestro y se preocuparon. Pero Jesús les aseguró que Él mismo estaría siempre con ellos y su Espíritu les sostendría. 

Esteban es el primero de los mártires, el primer cordero sacrificado a imitación del Maestro. Condiscípulo de Pablo en la escuela de Gamaliel, Esteban se unió a la predicación de los apóstoles y fue después elegido uno de los siete diáconos para el servicio de la caridad. Estaba «lleno de gracia y de poder, realizaba entre el pueblo grandes prodigios y señales», narran los Hechos. No podía callarse el Evangelio que había recibido y que le había cambiado también la vida. Y no se rindió cuando las oposiciones y la violencia se abatieron sobre él. Siguiendo el ejemplo de su maestro, mientras era lapidado pidió a Dios que acogiera su espíritu y perdonara a sus perseguidores.

Esteban conduce el cortejo de todos los que, en todo lugar y en todo tiempo, también hoy y de forma verdaderamente numerosa, han dado testimonio y siguen dando testimonio del Evangelio hasta el derramamiento de su sangre. Todos ellos, que han «visto los cielos abiertos y al Hijo del hombre que está a la diestra de Dios», hoy ven a Dios «cara a cara». A nosotros nos dejan un precioso ejemplo de cómo escuchar el Evangelio para seguir a Jesús.


[1] V. Paglia – Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día, 2018, 39.

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