Ustedes no creen, porque no son de mis ovejas

Pascua

Martes de la IV semana

Textos

 Del evangelio según san Juan (10, 22-30)

Por aquellos días, se celebraba en Jerusalén la fiesta de la dedicación del templo. Era invierno. Jesús se paseaba por el templo, bajo el pórtico de Salomón. Entonces lo rodearon los judíos y le preguntaron: “¿Hasta cuándo nos vas a tener en suspenso? Si tú eres el Mesías, dínoslo claramente”.

Jesús les respondió: “Ya se lo he dicho y no me creen. Las obras que hago en nombre de mi Padre dan testimonio de mí, pero ustedes no creen, porque no son de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y ellas me siguen. Yo les doy la vida eterna y no perecerán jamás; nadie las arrebatará de mi mano. Me las ha dado mi Padre, y él es superior a todos. El Padre y yo somos uno”. Palabra del Señor.

Fondo Musical: P. Martin Alejandro Arceo Álvarez

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Mensaje[1]

La fiesta de la Dedicación del templo se celebraba cada año y caía en invierno. Jesús, nos dice el evangelista Juan, en este día de fiesta se halla en el pórtico de Salomón, una de las galerías porticadas que rodean internamente la plaza del templo. Será el lugar donde la primera comunidad cristiana, después de la resurrección, se citará para sus encuentros, como queriendo continuar frecuentando los lugares, que Jesús frecuentaba y volver a proponer lo que él hacía y decía. 

Muchos se reunieron en aquel pórtico para escuchar a Jesús; algunos le piden que diga claramente si él es el Mesías. Ya no quieren seguir en la incertidumbre y la duda. Sus demandas parecen legítimas: «¿Hasta cuándo vas a tenemos en vilo? Si tú eres el Cristo, dínoslo abiertamente». En realidad, más que buscar a Jesús, más que comprender su corazón y sus pensamientos y por tanto comprometerse con su misión, aquellos judíos buscan su seguridad y tranquilidad. 

Su búsqueda, también de alguna forma presente, está sin embargo lejos de la del Bautista, que a diferencia de ellos dejó sus certezas y su avara tranquilidad que le impedía una búsqueda seria de Dios. Para el Bautista, el deseo de buscar a Dios era tan profundo que ni siquiera la cárcel consiguió sofocarlo. Nuestra actitud es muy diferente, pues más que buscar la verdad y el bien, queremos tener la conciencia tranquila sin angustia, sin responsabilidad. Pero la búsqueda de Dios requiere el abandono de las propias certezas, de las propias costumbres para dejarse involucrar por una palabra que ·viene de fuera y que pide ser acogida con disponibilidad. 

Jesús respondió a sus demandas de aclaración diciendo que las obras que había rechazado daban un buen testimonio de él: «Las obras que hago en nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí» Pero tenía los ojos empañados por su egoísmo y su soledad, por esto les dice Jesús: «Pero vosotros no creen porque no son de mis ovejas». 

La cuestión es que, sin la familiaridad con el Evangelio, uno no se acerca al misterio de Dios. Quien escucha el Evangelio con disponibilidad de corazón, sentirá la grandeza del amor de Jesús y comprenderá que nadie podrá arrebatarlo de sus manos, porque en verdad el Señor es más fuerte que el mal y que la muerte.


[1] V. Paglia – Comunidad de Sant’Egidio, La palabra de Dios cada día, 2018, 188.

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