Habrá más alegría por un pecador que se arrepiente

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Jueves de la XXXI semana

Textos

† Del evangelio según san Lucas (15, 1-10)

En aquel tiempo, se acercaban a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharlo; por lo cual los fariseos y los escribas murmuraban entre sí: “Este recibe a los pecadores y come con ellos”.

Jesús les dijo entonces esta parábola: “¿Quién de ustedes, si tiene cien ovejas y se le pierde una, no deja las noventa y nueve en el campo y va en busca de la que se le perdió hasta encontrarla? Y una vez que la encuentra, la carga sobre sus hombros, lleno de alegría y al llegar a su casa, reúne a los amigos y vecinos y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque ya encontré la oveja que se me había perdido’. Yo les aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se arrepiente, que por noventa y nueve justos, que no necesitan arrepentirse.

¿Y qué mujer hay, que si tiene diez monedas de plata y pierde una, no enciende luego una lámpara y barre la casa y la busca con cuidado hasta encontrarla? Y cuando la encuentra, reúne a sus amigas y vecinas y les dice: ‘Alégrense conmigo, porque ya encontré la moneda que se me había perdido’. Yo les aseguro que así también se alegran los ángeles de Dios por un solo pecador que se arrepiente”. Palabra del Señor.

Fondo Musical: P. Martin Alejandro Arceo Álvarez

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Mensaje[1]

Jesús, que se junta con pecadores y come con ellos, se atrae las críticas y las murmuraciones de los fariseos y de los maestros de la Ley. Por tanto, las tres parábolas que forman el capítulo 15 del evangelio de Lucas van dirigidas a ellos: son las llamadas «parábolas de la misericordia», porque ilustran la misericordia de Dios, que acoge a cuantos se acercan para escuchar su Palabra y, además, es el primero en salir en busca del hombre. De estas tres parábolas hemos leído hoy dos.

La primera, la de la oveja perdida, narra la recuperación de una «oveja» por parte de un pastor; la segunda, la de la moneda peridad, la recuperación de una moneda, parece tratarse de un dracma, moneda griega que corresponde al denario romano y equivale al salario de una jornada de trabajo de un jornalero agrícola. 

La estructura de ambas parábolas es análoga. De «cien» ovejas se pierde «una»; de diez «dracmas» se pierde «uno». Es digno de señalar el cuidado con el que se lleva a cabo la búsqueda de lo que se ha perdido, olvidando todo lo demás; el evangelista lo subraya describiendo las acciones del que se pone a buscar: el pastor «deja» las otras ovejas y «va a buscar» a la descarriada; la mujer «enciende» la lámpara, «barre» la casa y «busca con cuidado». La reacción ante la recuperación es idéntica: el pastor vuelve a casa «alegre» con la oveja sobre los hombros y la mujer llama a sus amigas y vecinas para invitarlas a compartir la alegría del feliz desenlace de la búsqueda.

Algunos breves rasgos, de una buena eficacia plástica, expresan el cuidado amoroso y la preocupación sincera de Dios, que va en busca del hombre que se ha perdido, así como la alegría porque uno -uno sólo- se haya convertido y haya vuelto a dirigir su mirada al Padre. Está también la alegría del que escucha, de quien ya tiene experiencia de este Dios que no sabe quedarse esperando, sino que sale al encuentro, se conmueve, corre «a buscar y salvar lo que estaba perdido».


[1] G. Zevini – P.G. Cabra, Lectio divina para cada día del año.12., 273-274

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