No temas, María, porque has hallado gracia ante Dios
La promesa pronunciada por Natán atraviesa la esperanza de todo el Antiguo Testamento y finalmente desemboca, de modo inesperado y maravilloso, en otra promesa, la del ángel Gabriel a la Santa Virgen María: «Vas a concebir y a dar a luz un hijo y le pondrás por nombre Jesús… el Señor Dios le dará el trono de David, su padre». ¡Qué maravillosa unidad, qué magnífica belleza toma la historia humana leída a la luz de esta promesa, que tensa nuestro adviento hasta darle música y encanto de cielo!
En la primera lectura vemos cómo Dios rechaza que se le haga una casa. Después, es Él mismo quien dispone cómo se ha de edificar el templo, a cuidado del gran Salomón. Pero el templo verdadero no lo hará Salomón, sino el Espíritu Santo, y no en Jerusalén, sino en María. «El templo era su cuerpo…», anota Juan refiriéndose a Cristo. Y este es principio que podemos aplicar a tantas cosas: sólo Dios hace obras dignas de Dios; sólo Dios sabe cómo se alaba a Dios, cómo se sirve a Dios, cómo se ama a Dios.
24 diciembre 2023. Textos bíblicos y mensaje del IV Domingo de Adviento. Ciclo B.