¿Dónde está el cordero para el sacrificio? Dios nos lo dará hijo.
Abraham escucha un mandato del Dios en el que cree. Este Dios le ordena que haga un imposible, que sacrifique al hijo de la promesa, el hijo que no sólo era lo más precioso para Abraham, sino que había sido un regalo, un milagro, un hecho a todas luces irrepetible. Dios nos parece inhumano en semejante exigencia.
¿Realmente quería Dios la muerte del inocente Isaac? Los hechos demostraron que no. Y sin embargo, Dios hablaba el lenguaje de ese tiempo que era dramáticamente diverso del nuestro. No cualquier lenguaje es comprensible en cualquier tiempo.
El mundo de Abraham funcionaba bajo el esquema del comercio con la divinidad: el que da poco a los dioses espera recibir poco de ellos; el que da mucho espera tener asegurado mucho. Abraham no podía conocer otro mundo distinto de ese. Y en ese mundo los papás sacrificaban sus hijos precisamente porque los amaban. Como eran preciosos para ellos, consideraban que destrozando el propio corazón con un sacrifico de tanto precio se estaban asegurando una generosidad proporcional de parte de sus dioses.
Dios «se adaptaba» a la rudeza de la época pero a la vez la superaba, porque Isaac no fue sacrificado: el precio de esa vida inocente quedó como testimonio de la fe inconmovible de Abraham, a quien desde entonces lo llamamos «nuestro padre en la fe.»
06 julio 2023. Textos bíblicos y mensaje del jueves de la XIII semana del tiempo ordinario