Lo acusaban de estar poseído por un espíritu inmundo.
La mansedumbre de Cristo no es debilidad de Cristo; o mejor: la única debilidad de Cristo es su inmensa misericordia, pero en ella no hay rastro de cobardía ni de falta de fuerzas. Cristo es fuerte y su fortaleza queda patente en el tamaño de su victoria. Y digamos más: su victoria queda patente en la altanería y vigor de su enemigo, que no es otro sino el diablo. Todo esto aprendemos del evangelio de hoy.
El pecador pertenece al «ajuar» del demonio; es parte de su «casa» y este enemigo malo piensa que tiene plena posesión de los que le sirven a él, aunque creen que se sirven a sí mismos. Mas llega Cristo, que es el «más fuerte,» y le quita a ese grandulón su «presa,» que éramos nosotros. ¡Felices los ojos que esto ven! ¡Feliz el corazón que esto entiende!
22 enero 2024. Textos bíblicos y mensaje del lunes de la III semana del tiempo ordinario.