Josué confronta al pueblo y lo presiona para que tome una decisión consciente. Es fuerte en su lenguaje con sus hermanos de raza y les hace ver cómo su pasado de rebeldía anuncia un futuro de infidelidad.
El pasaje es interesante porque muestra de algún modo los límites de la conciencia humana. Uno puede tener elementos suficientes para discernir cuál es el bien a elegir y puede comprender, como comprendieron los israelitas, que optar por el servicio de Dios es la mejor opción, pero eso no es suficiente. Mañana puedo sentir que mi decisión ha quedado anclada en un pasado que ya no tiene fuerza para moverme al bien. Mi opción de ayer no tendrá entonces fuerza mañana.
De hecho eso fue lo que sucedió. La experiencia de todo el Antiguo Testamento mostró cómo las decisiones, no importa cuán vigorosas fueran, terminaban disolviéndose en traición, simplemente por falta de amor. El amor no puede vivir del pasado ni de las decisiones del pasado. Así entendemos que lo grande no es que nosotros optemos por Dios. Elegir a Dios no es grande, porque tal elección se disuelve.
La gran frase que viene a resolver este conflicto es la que Jesús dice a sus discípulos: «No me eligieron ustedes… fui yo quien los elegí». Si Dios nos eligió, estamos salvados, porque Él sí es fiel. Nuestras decisiones y nuestras opciones pueden ser inestables, como nosotros mismos; pero si son decisiones de Dios, son de fiar, porque habrán de durar más allá de nosotros mismos.
19 agosto 2023. Textos bíblicos y mensaje del sábado de la XIX semana del tiempo ordinario.