El Señor bajará al monte Sinaí a la vista del pueblo
La invisibilidad de Dios es señal de su grandeza y de su misterio, pero a la vez es raíz de la dificultad misma del acto de la fe, y por consiguiente, de la esperanza y del amor, que sólo pueden seguir a la fe.
Dios se deja ver. Su presencia es imponente. Aparentemente todos quedarán convencidos, pero el desarrollo de los acontecimientos mostrará que no es así. La misma multitud que hoy vemos atónita ante la manifestación del poder divino, luego querrá «ver más», y por eso, según leemos en el capítulo 32 del Éxodo, querrá hacerse un «dios visible».
De todo esto aprendemos varias cosas: Primero, que no siempre ver ayuda. A veces «ver» es el comienzo de «querer controlar». Segundo, el temor crea conversiones ficticias. Tercero, necesitamos un Dios que se deje ver, porque si no le conocemos no creeremos en él, pero que aun así oculte de sí lo suficiente para que comprendamos que él es el Señor y no una fuerza en nuestras manos o un poder para nuestros deseos. Es decir: necesitamos de Jesucristo.
27 julio 2023. Textos bíblicos y mensaje del jueves de la XVI semana del tiempo ordinario.